Por: Angely Moreno / Original: Metro República Dominicana
Al tener que encargarse de cuatro nietos ejerciendo la función “otra vez” de madre, María Vargas dice que el legado que quiere dejarles es que estudien. Que estudien para que cuando ella les falte puedan seguir adelante y ser hombres y mujeres de bien para la sociedad dominicana.
Maria, que ahora tiene 72 años, fue madre por primera vez cuando era muy joven. Para ese entonces trabajaba en la Marina de Guerra que hoy es la Armada Dominicana y de la cual es pensionada. Pasado sus 30 años ya tenía cuatro hijos, dos de ellas adolescente que dieron a luz a temprana edad (14 años).
Como ella y su esposo tenían mejores niveles económicos que sus hijas, dentro de lo que cabe, optó por ayudar a una de ellas y hacerse cargo de dos de los cuatro hijos que ésta tiene, siendo la abuela-madre de otros dos nietos que vivían en su casa junto a su otra hija.
Un día, en una riña con una amiga por chismes, la hija que vivía en su casa (la cual era madre de dos de los cuatro nietos) se fue a golpes con la otra y en el forcejeo con un cuchillo la joven que fue a agredir a su hija resultó muerta.
“La otra vino encima de ella y mi hija cayó al piso en el momento del forcejeo la otra muchacha no se percató de que ella empuñaba un cuchillo y al caer encima de ella le provocó una herida mortal. Por ese hecho mi hija fue juzgada y el juez determinó que no hubo intensión de matar a nadie y se trató de una reacción en defensa propia. Por lo que fue condenada a dos años y ocho meses en prisión”, contó María.
Todo el tiempo que su hija pasó en la cárcel María se encargó de mandar a sus hijos a la escuela y enseñarles los valores familiares con que ella creció, dándole una singular importancia a los estudios y ser personas de bien.
Apoyo
“He asumido el papel de madre, porque no voy a dejar a mi hija sufrir por ese error que cometió”.
Ana María Sánchez Residente en Villa Mella.
“Cuando mi hija por fin salió de prisión pasó unos días con nosotros y fue a visitar a nuestra familia en Villa Altagracia, y cuando se disponía a retornar a la casa murió en un accidente de tránsito. Ha sido lo más dificil de enfrentar para nosotros”, comenta la abuela-madre.
Con el paso del tiempo esos niños se han vuelto mayores, y están en proceso de convertirse en adultos.
“Ya hay uno que tiene 23 y está en proceso de entrar a la universidad; otra ya entró y los otros dos están casi finalizando el bachillerato”, cuenta orgullosa María, mientras preparaba la comida de ese día.
“Es una segunda oportunidad de ser mejor mamá”
Como cada lunes en la mañana, Ana María Sánchez, de 52 años, se tira de la cama a las 6:00am para enviar a sus nietos a la escuela, papel que ha asumido desde que su hija Yinet dio a luz a los 14 años a dos gemelos (Isaac y Maicol) que hoy tienen 18 años.
Cuando Yinet salió embarazada de aquel hombre que tenía unos 40 años de edad, Ana quiso volverse loca, pues la menor de sus dos hijos había “metido la pata” y ahora habría que buscar la leche para esos niños, pues el hombre al darse cuenta del estado de la menor huyó a Bahoruco y se escondió allá para no caer preso.
Legado
“Quiero que mis nietos estudien, para que si en algún momento yo les falto, ellos puedan salir adelante”
María Vargas. Residente Nueva Jerusalén
Desde que nacieron los niños ella sabía que Yinet no los iba a atender como debía, pues ni siquiera sabía cómo cambiarle un pañal o preparar un biberón de leche.
“Yo le dije siempre que si cometía un error tenía que asumirlo, por lo que le dejé claro que la apoyaría, pero tendría que sacar sus hijos adelante como lo hice yo con ellos dos cuando Fausto (el papá de Yinet) se fue con una vecina cuando ellos tenían 6 y 8 años”, contó la abuela.
Ana Sánchez trabajó en la zona franca hasta que Yinet cumplió 18, de ahí en adelante sería la joven quien se encargue de llevar el pan a la casa mientras ella se dedicaría a cuidar de ellos.
“Pero como ella no tiene estudios, no conseguía trabajos que le dejaran suficiente dinero como para sobrevivir los cuatro después de que mi otro hijo se llevó a una muchacha, y si trabajábamos las dos ellos tendrían que quedarse solos hasta que una de las dos llegue a la casa”.
Esa idea no le gustaba mucho a Ana, porque dice que dejar a muchachos solos lo que trae es problema. “He oído muchas historias de casas quemarse con niños adentro o muchachos criarse solos y convertirse en delincuentes. También he visto de violaciones a menores que no me gustaría lleguen a mi familia. Por eso decidí cuidarlos yo mientras ella trabaja.
Desde entonces se dedicó a realizarr trabajos desde la casa mientras su hija laboraba como banquera vendiendo números o de mesera en una discoteca.
“Con mi liquidación de la zona franca compré una paca para vender ropa usada, con eso que gano ahí logramos sobrevivir, mientras que los 8 mil pesos que ella gana los usamos para pagar la casa y otros gastos. He tenido que asumir la función de madre porque no voy a dejar a mi hija mal pasar por ese error que cometió. Prefiero ayudarla yo a verla pasar hambre para mantener a mis nietos. Sin duda alguna no es algo de lo que me sienta orgullosa, pero ya estaban ahí y hay que sacarlos adelante”, confiesa.
Fruto de su trabajo, la hija de Ana logró poner un puesto de empanadas donde conoció a su actual esposo.
“Ella trabajó muy duro y se hizo repostera. Hoy vive en Colombia con su pareja y desde allá nos ayuda con los gastos de la casa, y ahora con más responsabilidad porque ya los gemelos entraron a la universidad y necesitan más apoyo”, dijo con alegría Ana María mientras mostraba la foto de graduación de bachillerato de Isaac y Maicol.
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