El presidente filipino voló hoy por primera vez a una asediada ciudad en el sur para alentar a los soldados que han estado tratando de aplastar una rebelión de extremistas musulmanes vinculados con el Estado Islámico.
Vestido de camuflaje y con una pistola en la cintura, Rodrigo Duterte aterrizó acompañado por generales en un campamento militar en la ciudad de Marawi que brevemente fue blanco de disparos de francotiradores rebeldes poco antes del arribo del presidente, dijeron funcionarios militares.
Duterte habló con la tropa e inspeccionó fusiles confiscados a los rebeldes y otras armas en el campamento, que está fuera de la zona de batalla pero aún en un sitio peligroso al alcance de francotiradores y balas perdidas. Durante su visita de cuatro horas se escuchaba en el trasfondo el estruendo de artillería.
Sus intentos previos de volar a la ciudad fueron suspendidos a causa del mal tiempo.
“Los soldados y la policía están muy contentos por su visita porque prueba que el presidente es muy firme, muy dedicado en su apoyo a las operaciones aquí”, dijo el teniente coronel Jo-ar Herrera, vocero militar, en declaraciones a la prensa.
Herrera dijo que Duterte les agradeció a los soldados su heroísmo y sus sacrificios.
Duterte le dijo al Congreso filipino en una carta esta semana que aunque las tropas habían recuperado el control de gran parte de Marawi y matado a centenares de extremistas, “la rebelión persiste y queda mucho por hacer para aplastarla completamente”. La cúpula de los extremistas, dijo, sigue básicamente intacta y ha financiado ataques en otras ciudades.
La carta de 15 páginas, una copia de la cual fue vista por reporteros el jueves, extiende la ley marcial declarada por Duterte en el sur hasta el final del año. Las declaraciones en la carta difieren de su aseveración la semana pasada de que la crisis en Marawi, la más grave que ha enfrentado hasta ahora, pudiera terminar en 10 o 15 días.