Dos amigos que cenaban en el jardín de la vivienda de uno de ellos al noreste de Francia, murieron simultáneamente el pasado jueves, sin mostrar en sus cuerpos signos de violencia alguna. Según la prensa francesa, los cadáveres de Lucien Perrot, de 69 años y Olivier Boudin, de 38 años, fue avistado al día siguiente por una vecina de Perrot, quien contó que al abrir su ventana en la mañana, vio a Olivier, tumbado de espaldas sobre el suelo, y parecía dormido. La mujer, quien aseguró que como había escuchado música la noche anterior, pensó que estos tenían una resaca. Horas más tarde, al pasar de nuevo por delante de la casa, vio a Lucien, doblado sobre sí mismo, sentado ante la mesa, pero igual pensó que permanecían recuperándose de la amanecida. No fue hasta el mediodía, que se comenzó a preocupar y se acercó para despertarlos. “Grité ¡Lucien, Olivier! En vano”, contó acongojada, la mujer, pero vio que ninguno respiraba. Por su parte, el alcalde del pueblo describió que “era muy curioso, sus caras estaban apacibles, daban realmente la impresión de que dormían”.
En la escena, los platos y cubiertos permanecían intactos sobre la mesa cubierta con un mantel de cuadros blancos y rojos en la terraza de la casa de Perrot. A este le gustaba cocinar para sus amigos. Se supo que la noche del 3 de agosto Perrot preparó para Olivier un chuletón de ternera en la barbacoa, con abundante vino, acompañado de queso camembert y una baguette. Tanto Olivier como Perrot murieron en algún momento de la noche, en plena cena, al menos así lo demostraba el hecho de que los platos y demás alimentos siguieran dispuestos a su alrededor. La policía descartó de inmediato una agresión porque no había señales de violencia. Los especialistas que acudieron a la escena, se llevaron muestras de la comida para analizarla. Y aunque al principio se creían que se trató de un envenenamiento, una autopsia develó esta semana el misterio de ambas muertes. No hubo asesinato, ni suicidio ni envenenamiento. Esta determinó que Lucien se atragantó con un trozo de filete cuando intentó tragarse un pedazo de carne de 44 gramos. Además su nivel de alcohol en la sangre de 2,45 gramos por litro. Mientras Olivier, sufría cardiomegalia, un aumento anormal del corazón. Lo que apunta a que no pudo superar el shock de ver cómo su amigo se ahogaba hasta morir y sufrió una crisis cardiaca que le provocó la muerte. Este también había bebido en grandes cantidades. Para asegurar de que no se trata de un crimen perfecto, el fiscal ordenó más pruebas toxicológicas.