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Chile avanza a elección presidencial

Los aspirantes a la presidencia de Chile cerraron hoy sus campañas en medio de un escenario electoral que ha sido un tanto particular.

Entre otras cosas, la carrera estuvo marcada por el poco entusiasmo que los chilenos han mostrado durante las campañas, por el hecho de que el contendiente opositor —el expresidente Sebastián Piñera— cuenta con un inédito y férreo apoyo de todo su sector y por la decepción de los votantes, que podría llevar al país a sumarse a otros gobiernos latinoamericanos que se han desencantado con la izquierda y en años recientes han elegido gobernantes de derecha.

“Los gobiernos de izquierda no lograron cumplir lo que prometieron y estar a la altura de la expectativas que construyeron”, señaló a The Associated Press el académico de la Universidad de Santiago, Marcelo Mella, sobre un posible triunfo de Piñera, un multimillonario de centroderecha que gobernó el país entre 2010 y 2014 y ha sido favorecido por el electorado según los sondeos.

El Centro de Estudios Públicos, la empresa de sondeos más respetada del mercado, dice que Piñera cuenta con 44% de las preferencias electorales y con 19% le sigue Alejandro Guillier, un sociólogo y periodista de izquierda que representa al oficialismo y la posible continuidad del gobierno de la actual presidenta, Michelle Bachelet.

En Chile hay 14.4 millones de personas habilitadas para votar —incluyendo 40,000 que viven en el extranjero— y para ganar en primera vuelta se requiere 51% de los votos. De no alcanzarse un triunfador —como posiblemente ocurrirá, según indican hasta ahora todos los sondeos— se llevaría a cabo una segunda ronda el próximo 17 de diciembre y el ganador obtendría la victoria por mayoría simple.

El abstencionismo empezó a crecer en Chile después de 2012, cuando la inscripción electoral se volvió obligatoria, pero el voto era voluntario. Aunado a esto, entró en vigor una ley que impide el financiamiento de todos los sectores de la política por parte del empresariado y en consecuencia ha provocado menos propaganda y actos callejeros. De hecho, actualmente se investiga a decenas de parlamentarios que presuntamente recibieron dinero de empresarios para financiar sus campañas.

Bachelet fue electa en 2013 y en aquellos comicios sólo participó el 49% de los electores habilitados. Tres años más tarde, en 2016, se llevaron a cabo elecciones municipales pero apenas sufragó el 35%.

La falta de entusiasmo de los chilenos de cara a las próximas elecciones —en las que además se renovará la Cámara de Diputados y la mitad del Senado, cuyos integrantes se elevaron de 120 a 155 y de 38 a 50— es notoria en las calles de Santiago.

Víctor Jofré, vendedor, dijo a la AP que no votará porque no le interesa la política “ni me interesan los ladrones, de cualquier lado que sean”. Por su parte, Juan Vásquez, taxista, desconfía de que los presidenciables cumplan sus promesas y agregó que no importa quién resulte ganador; “tengo que seguir trabajando igual”.

Y aunque muchos otros no quisieron responder a las consultas de AP, algunos como Marcela Araya, una profesora de baile, señaló que las elecciones sí le parecen importantes: “hay que ir a votar sí o sí para elegir lo que queremos para nuestro país”.

Para Marta Lagos, analista y responsable de la encuestadora Morí, ésta es la peor competencia electoral desde que en 1989 se eligiera el primer mandatario posdictadura. Según explica, esto se debe a que el sistema electoral ha cambiado, pero los políticos se comportan como en los viejos tiempos. “Podemos terminar con un presidente elegido con el 20% del total de votantes, sin alcanzar tres millones de votos”, advirtió.

El gobierno lanzó en octubre una campaña invitando a votar y ordenó liberar los pasajes del metro de Santiago, del Merval —un tren de superficie que une el puerto de Valparaíso, 120 kilómetros al noroeste, con localidades cercanas— y del Biotrén, que funciona en Concepción, 500 kilómetros al sur de Santiago. Todo con el objetivo de facilitar que los votantes puedan acceder a las casillas.

A la campaña se han sumado las coaliciones de oposición y gobierno, la iglesia católica y la Sociedad de Fomento Fabril, que agrupa a empresarios.

A diferencia de comicios presidenciales pasados, el expresidente Sebastián Piñera, candidato de la coalición opositora Chile Vamos, cuenta con una férrea unidad en torno a él, que no había surgido en sus dos postulaciones anteriores. Por su parte, su contrincante, Alejandro Guillier, no milita en ningún partido aunque es apoyado por la coalición oficialista Nueva Mayoría (NM).

Piñera ha prometido apoyar a la clase media e iniciar un ambicioso plan de inversiones para combatir una severa desaceleración que empezó en el último año de su gobierno y se agudizó en los años siguientes por la baja en los precios del cobre y en una menor demanda del mineral, del que Chile es su primer productor mundial.

En contraste, Guillier ha prometido dar continuidad a las reformas estructurales de Bachelet. Entre los proyectos pendientes hay uno tributario para ofrecer educación gratuita y también deberá poner atención a las mejoras en las pensiones a jubilados y servicios de salud pública. Asimismo, se ha comprometido a generar y utilizar energías alternativas que permitirían bajar los precios de diversos proyectos de inversión y ayudar al medio ambiente.

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