Nunca olvidaré la noche del 6 de noviembre de 2016. La victoria de Donald Trump para la presidencia de Estados Unidos fue como un balde de agua fría. Me tomó mucho tiempo procesar cómo un misógino, mentiroso, racista y abusador había alcanzado el puesto más importante del mundo. Peor aún, más frustración me causó el saber que habían elegido a una persona así, en vez de escoger a la primera mujer presidente de Estados Unidos. No obstante, pasado el periodo de luto, algo dentro de mí sabía que la victoria de Trump iba a despertar una chispa en las mujeres y que nosotras seríamos la primera línea de batalla frente a sus políticas.
Y como nos suele suceder a muchas de nosotras, ese sexto sentido no me falló. Desde el día de la victoria de Trump para acá, aproximadamente 575 mujeres han declarado su intención de aspirar a algún puesto político en Estados Unidos. En las elecciones especiales que han tomado lugar en el pasado año y medio, mujeres candidatas han ganado primarias importantes, como lo fue el caso de la victoria de la boricua Alexandria Ocasio-Cortez, quien será congresista por Nueva York. Asimismo, Rashida Tlaib ganó la primaria del distrito congresional 13 de Michigan este pasado martes, y ella podrá ser la primera mujer musulmana en llegar al Congreso de Estados Unidos. Interesantemente, hace apenas dos años, Rashida fue expulsada de un discurso de Trump por cuestionarle si este había leído la Constitución, y hoy, ella está a un paso de llegar a ocupar una silla en el Congreso.
De igual forma, alrededor del mundo se ven múltiples ejemplos de mujeres dando batallas importantes, cuesta arriba y hasta peligrosas. Este pasado miércoles se llevaron a cabo manifestaciones a través de toda Latinoamérica, Europa y Puerto Rico, para apoyar a las mujeres argentinas en su lucha para que se aprobara en el senado de su país el derecho a abortar de forma segura, gratuita y legal. A pesar de que el senado no le dio paso a la histórica medida, las mujeres argentinas dieron cátedra de su habilidad de organización e inundaron las calles de sus ciudades armadas de sus pañuelos verdes, y se dejaron sentir por todo el mundo. Sin duda alguna, la lucha femenina en Argentina continuará, y en un futuro no muy lejano, se conseguirá alcanzar este importante hito en la batalla por los derechos reproductivos de las mujeres.
En el otro lado del mundo, en Yemen, país que casi ni se menciona en la prensa local, las mujeres yemeníes están siendo la espina dorsal de lo que queda del país luego de años de guerra. Ellas se han convertido en el motor económico de sus familias, han aprendido a usar las armas para defenderse y proveen servicios de apoyo y psicológicos a los hombres yemeníes peleando en las zonas de conflicto. Pero lo más impresionante es que ellas se han tirado a la calle bajo sus abayas, (vestimenta negra tradicional) a protestar para reclamar igualdad de género en un país que ni siquiera las reconoce como iguales y donde arriesgan su vida por el mero hecho de protestar. Para mí, ellas son unas heroínas de carne y hueso.
Estos ejemplos resumidos someramente son prueba de cómo las mujeres a través del planeta están dando la batalla para lograr importantes cambios políticos en nuestro mundo moderno. Son las mujeres, las que están en la calle combatiendo injusticias y reclamando espacios de los cuales se les había excluido históricamente. Puerto Rico no se queda atrás. Según el Instituto de Estadísticas de Puerto Rico en su reporte de 2017, titulado “Participación de la mujer en la fuerza laboral”, en la isla, las mujeres boricuas ocupan más puestos profesionales y están mejor preparadas académicamente que los hombres. Además, cada vez más me entero de mujeres apostando a Puerto Rico y abriendo sus propios negocios. De igual forma, hay un grupo nutrido y creciente de mujeres puertorriqueñas insertándose al ámbito político y al discurso público. Estas son señales de que aquí también, el cambio que el país tanto anhela, tendrá cara de mujer. Manténganse atentos.