TECÚN UMÁN, Guatemala (AP) — Cientos de centroamericanos que siguen los pasos de una enorme caravana que se dirige a Estados Unidos cruzaron el lunes un río para ingresar a México desde Guatemala, desafiando la fuerte presencia de la Policía Federal desplegada en la frontera sur.
Un helicóptero sobrevoló a baja altura mientras los migrantes vadeaban las turbias aguas del río Suchiate en grandes grupos, aparentemente intentando desalentarlos con la corriente de aire de las hélices. El canal Noti7 de Guatemala reportó que un hombre se ahogó y transmitió un video de un individuo que arrastraba un cuerpo fuera del agua, aparentemente sin vida.
Una vez del lado mexicano, los migrantes fueron rodeados y escoltados por agentes de uniforme negro en medio de sirenas. Este encuentro en la margen del río ocurrió luego de una confrontación violenta en el puente el domingo por la noche, cuando los migrantes agredieron con piedras y palos a la policía mexicana. Un migrante falleció de una herida en la cabeza durante la confrontación, pero no se sabe con precisión la causa.
El grupo era mucho menor a la primera caravana. En la localidad fronteriza de Ciudad Hidalgo, México, señalaron que esperan retomar el martes su camino hacia el norte.
Cientos de kilómetros adelante, la primera caravana de alrededor de 4.000 migrantes reanudó su marcha rumbo a Estados Unidos, que se encuentra aún a unos 1.600 kilómetros (1.000 millas) de distancia. Por su parte, el Pentágono anunció el envío de 5.200 soldados en activo para “endurecer” la frontera con México. Ya hay más de 2.000 elementos de la Guardia Nacional brindando asistencia en la frontera.
Aunque sigue siendo muy numerosa, el tamaño de la caravana ha disminuido. A principios del año, solo unos 200 miembros de una caravana similar de alrededor de 1.000 migrantes lograron llegar a la frontera entre Tijuana y San Diego.
El Pentágono hizo su anuncio mientras el presidente Donald Trump centra su atención en el contingente para animar a su base electoral, una semana antes de los comicios legislativos. El lunes tuiteó: “¡Esta es una invasión a nuestro país y nuestro ejército los espera!”
Horas antes, miembros de la caravana estaban junto a una carretera en las afueras de la ciudad de Tapanatepec, algunos a la espera de un viaje mientras que otros caminaban con la idea de alcanzar su meta para el día: Niltepec, a unos 54 kilómetros (34 millas) al noroeste. Patrullas de la Policía Federal acompañaban lentamente a la caravana, pidiéndoles que se mantuvieran sobre el acotamiento.
Víctor Argueta, de 54 años y oriundo de Santa Bárbara, Honduras, dijo que él y su esposa durmieron dos noches en el puente internacional entre Guatemala y México antes de lograr cruzar el río Suchiate en una balsa.
“Nosotros venimos con un propósito de querer mejorar nuestro futuro para nosotros y para nuestra familia, no venimos con la intención de querer morir en el camino”, reflexionó Argueta sobre la muerte del migrante. “Tal vez ese muchacho venía con sus buenas intenciones, quizás con la idea de una persona joven de ayudar a su familia”.
Sandra Rodríguez, de 31 años, había escuchado sobre el incidente porque la familia de su esposo vive en Tecún Umán.
“Creo que están arriesgando mucho para cruzar a este lado”, afirmó.
El alcalde de Zanatepec, Ramiro Nolasco, dijo que habitantes locales están organizando un autobús y varios camiones para trasladar a los migrantes, en especial a las mujeres y niños.
“Estamos ayudando a nuestros hermanos de otros países con alimentación y agua y transportación”, indicó. “Va a ser muy poco para lo que necesita esta gente”.
En un punto de revisión cerca del pueblo, algunos migrantes se reunieron para pedir ayuda para volver a Honduras, en donde se originó gran parte de la caravana. Agotadas después de pasar varios días en el camino, desalentadas por todos los kilómetros que aún quedan por recorrer y el mal comportamiento de algunos miembros de la caravana, muchas personas han decidido abandonar el contingente, que en su punto más alto llegó a contar con más de 7.000 personas.
También ha disminuido la generosidad vista entre los residentes de las pequeñas localidades durante los primeros días del paso de la caravana por el sur de México. En su última escala, unas cuantas personas salieron a ofrecer comida, ropa y otros artículos, dijo Hasiel Isamar Hernández, una hondureña de 28 años y madre de tres hijos que ha estado en la caravana desde que partió de su ciudad de origen, San Pedro Sula.
“De los amigos con los que yo conviví, todos se quieren regresar”, dijo Hernández, añadiendo que muchos tienen ampollas en los pies. En lo que se refiere a ella, la gota que derramó el vaso fue cuando su esposo le dijo que en casa su hija de 3 años de edad dejó de comer porque extrañaba a su mamá.
Otro hondureño, Teodozo Meléndez, de 31 años, también aguardaba un autobús para volver a casa después de sufrir fiebre durante dos días. El cuerpo le dolía.
“Pensaba que iba a ser más fácil”, dijo Meléndez, tendido sobre el suelo.