HONG KONG (AP) — Hong Kong tiene la economía “más libre” del mundo, es uno de los principales centros financieros del planeta y atrae a turistas y magnates con sus vistas espectaculares. Pero una ola de protestas desnuda tensiones subyacentes que difícilmente se diluyan a medida que aumenta la influencia china.
El final del período de gracia de 50 años de esta ex colonia británica, que quedó bajo control chino en 1997, todavía está lejano y las protestas no afectaron mayormente la economía. Pero los reclamos enturbian el panorama e inversionistas y residentes temen que la ciudad pierda las libertades occidentales de que goza.
Beijing prometió mantener por al menos medio siglo las libertades civiles, la independencia de los tribunales y otros principios a los que los residentes de este territorio están acostumbrados cuando asumió el control bajo un arreglo denominado “un país, dos sistemas”.
“Faltan 28 años”, dijo Grant Strudwick, vicepresidente de Asia for Pinkerton, que ofrece servicios de manejo de riesgos. “Hay que ver cómo manejan los chinos este período de transición”.
La economía de Hong Kong fue en algún momento un quinto de la de China. Ahora es mucho menos que eso, en buena medida por el boom industrial generado por magnates de Hong Kong que abrieron fábricas en China cuando esta nación empezó a aceptar inversiones extranjeras en la década de 1970.
El éxito de este territorio como centro de comercio e inversiones gira y está muy ligado a su sistema legal independiente y al libre flujo de información, según Joseph Cheng, analista político y líder de una coalición pro-democrática, la Alianza por una Democracia Verdadera.
“Estos son dos importantes valores que permiten a Hong Kong tener ventaja sobre las principales ciudades costeras chinas como Shanghai, como Shenzhen”, declaró el experto.
Sin ellos, agregó, y sin nuevos progresos democráticos, Hong Kong será menos estable.
La confianza en el experimento de “un país, dos sistemas” ya flaqueaba cuando la gobernante de Hong Kong Carrie Lam presentó un proyecto de ley que permitía a las autoridades enviar sospechosos de haber cometido delitos a China para que fuesen juzgados en tribunales que no garantizan jueces independientes, el debido proceso y otras protecciones legales de Occidente.
Decenas, y a veces cientos de miles de personas salieron a las calles de Hong Kong para protestar y organizaciones empresariales y otros gobiernos expresaron su inquietud. Lam retiró entonces el proyecto, pero sigue habiendo manifestaciones para que deje sin efecto esa iniciativa, disponga una investigación independiente de supuestos excesos de la policía y renuncie.
Lam insistió esta semana en que el proyecto estaba “muerto”. Y el gobierno emitió un comunicado en el que dice que no planea implementar el sistema de “crédito social” usado en China para premiar o castigar el comportamiento de la gente, usando tecnologías como el procesamiento de datos y el reconocimiento facial, que algunos describen como “orwellianas”.
Se planean más protestas.
La mayoría de las manifestaciones fueron pacíficas, aunque algunas registraron incidentes. Los manifestantes causaron destrozos en la sede legislativa este mes. Estos episodios pueden ahuyentar a algunos inversionistas, aunque al mismo tiempo revelan que la ciudad es un mundo aparte, donde la gente puede manifestarse, a diferencia de lo que ocurre en el resto de China.
Las protestas son “parte del sistema de controles (del poder) que hay en Hong Kong que respaldan su fuerza institucional”, dijo la agencia Moody’s en un reciente informe.
La Fundación Heritage, de tendencia conservadora, consideró a Hong Kong la “economía más libre” del mundo 25 años seguidos. Es el tercer centro financiero más grande del planeta, detrás de Nueva York y Londres, de acuerdo con un estudio internacional. Y desempeña un papel fundamental en la financiación de China.
Es de una importancia estratégica enorme para Beijing, según Ken Courtis, presidente de Starfort Investment Holdings.
Con su proximidad a China y su status especial, Hong Kong es un centro vital para el mundo empresarial, afirman analistas.
Strudwick opinó que la idea de crear una gran zona industrial en el delta del río Pearl integrando a Hong Kong con ciudades como Guangzhou y Shenzhen puede ayudar a revitalizar la economía de la ex colonia británica, que se expandió a un anémico ritmo del 0,6% en el último trimestre, afligida por una menor demanda y por tensiones comerciales.
Si bien el desempleo es bajo, el costo de la vida es prohibitivo para muchos.
Hay una gran brecha entre ricos y pobres y la mayoría de la gente vive en departamentos diminutos que cuesta 24.000 dólares el metro cuadrado.
“Todo cambió. No me refiero a la democracia. Da la impresión de que no importa cuánto trabajes, siempre llevas una vida dura. En el pasado podías pagar un departamento si trabajabas duro”, expresó una empleada de una tintorería que al igual que muchos manifestantes dio solo su primer nombre, Lisa. “Es una gran diferencia”.