Cada día prestamos menos atención a un elemento crucial para asegurar relaciones productivas con la sociedad, los clientes, la comunidad, nuestros amigos, familiares y nosotros mismos: confianza.
La confianza es multifacética y, para juzgarla, solo requerimos hacernos tres preguntas simples: ¿soy competente?, ¿estoy motivado a servir a los intereses de los demás más que a los míos propios?, ¿utilizo los medios justos para alcanzar mis objetivos?
Para generar una confianza sólida de quienes nos rodean, necesitamos entender —y medir—los siguientes tipos de equidad:
Equidad procesal: mis procesos, ¿se basan en datos precisos, los utilizo para tomar decisiones, los aplico de manera consistente, escucho a aquellos que impacto?
Equidad distributiva: ¿asigno los recursos y oportunidades equitativamente?
Equidad interpersonal: ¿trato a las personas con compasión, empatía y respeto, aun cuando sus pensamientos e intereses son distintos de los míos?
Equidad informativa: ¿comunico honestidad y claridad o solo lo que entiendo que me beneficia, me hace sentir superior a los demás, y lo mejor de mí, escondiendo mi realidad?
Vivimos en una sociedad opacada por tanta autoduda y falta de autoeficacia que la confianza es más frágil de lo que pensamos. Es increíble cómo tantas personas gozan del halago de otros, aunque no confían en ella, solo en una imagen llana, vacía y llena de contradicciones. Por otro lado, vivimos con mitos inculcados, como por ejemplo que la confianza no tiene límites, cuando la realidad es que la confianza es limitada, y creyendo el mito de que la confianza es objetiva, cuando la realidad es que es subjetiva.
Construir confianza no depende de buenas relaciones públicas, sino de un propósito claro, una estrategia sensata y una acción definitiva. Se necesitan valores, principios y sentido común. Se necesitan curiosidad, compasión, resiliencia, sensatez y ecuanimidad. Requiere reconocer y entender a aquellos que nuestras acciones impactan. Significa ser competente, jugar limpio,y, sobre todo, entender y, si es necesario, remediar, todo el impacto que tenemos en la vida de los demás, ya sea intencionado o no.
No siempre es posible tomar decisiones que deleiten por completo a cada uno de los seres humanos, pues al final del día cada uno de nosotros es único. Sin embargo, es necesario tomar decisiones centradas en confianza. Como líderes en nuestras organizaciones, en la sociedad, en nuestro ambiente social y familiar, necesitamos generar y reciprocar confianza. Esto lo logramos simplemente practicando nuestra inteligencia emocional. Y si por casualidad no la tenemos, solo requiere aprenderla y practicarla.