Decenas de embarcaciones de vivos colores llamadas “trajineras” —entre cuyos nombres figuran “Victoria” y “Yolanda”— permanecían inmóviles, amarradas unas a otras con gruesas cuerdas en el muelle Nativitas, en los famosos canales de Xochimilco en Ciudad de México.
Previamente, antes del anochecer de cada viernes, decenas de esas embarcaciones emprendían un paseo con turistas o grupos de juerguistas; sin embargo, en ese momento, los hombres que con una larga pértiga impulsan las trajineras por las aguas negras y tranquilas de los canales a una tarifa equivalente a unos 25 dólares por hora se hallaban sentados conversando. Algunos bebían tequila en vasos de plástico y reflexionaban sobre lo mal que anda el negocio estos días.
“Ya llevo dos días sin generar dinero”, lamentó Jorge Alberto Velasco Álvarez, quien en un buen día solía ganar un equivalente a entre 15 y 20 dólares. “Lo que hace falta hay que tener más gente para trabajar”.
Sin embargo, luego que el domingo pasado un joven muriera ahogado al caer de una atestada trajinera en que viajaba con un grupo de amigos, las autoridades de la ciudad impusieron restricciones a la venta de bebidas alcohólicas y adoptaron otras medidas de seguridad en los canales que entraron en vigor este fin de semana. Al menos por ahora, las nuevas normativas parecían tener fuertes repercusiones en lo que a veces es un ambiente de fiesta a lo grande.
Las nuevas normas incluyen restringir las bebidas alcohólicas fuertes a un litro por trajinera o tres cervezas por persona, y prohibir que la gente permanezca de pie o salte de una embarcación a otra. La música estridente ha sido prohibida a favor de grupos de mariachis o de música norteña que cobran 150 pesos (unos 7,50 dólares) por canción. La capacidad de las trajineras se limitó a 18 personas, y no podrán recorrer los canales varias trajineras amarradas entre sí.
Las autoridades afirman que el propósito es alentar una atmósfera más tranquila para las familias y turistas, y combatir la conducta ruidosa y peligrosa de algunos pasajeros —principalmente jóvenes— que a veces convierten las trajineras en clubes nocturnos flotantes, beben en exceso, bailan sobre las mesas e incluso riñen entre ellos.
“Va a encaminar directamente a los jóvenes”, afirmó Edilberto Ramírez Vázquez, un funcionario de turismo de la ciudad.
Unos 400 empleados del gobierno de la capital mexicana fueron destacados en diversos muelles en los canales para hacer efectivas las normas, agregó.
Los trabajadores del lugar señalan que el negocio ha caído 80% desde el fallecimiento del joven, quizá por al temor de algunas personas a lo sucedido y la disuasión de otras por las medidas contra los festejos excesivos.
La situación ha perjudicado el sustento de miles de operadores y dueños de las embarcaciones, así como de quienes se benefician con la venta de alimentos, bebidas, flores y baratijas a los turistas.
“Hay mucha gente afectada”, aseveró Luis García, de 29 años y quien desde hace 10 es operador de una de las 1.200 trajineras en Xochimilco.
El ahogamiento no es el primer accidente fatal en los canales. Al menos seis pasajeros se han ahogado en Xochimilco desde 2005, según estadísticas del periódico Milenio.
Sin embargo, el más reciente de ellos fue captado en un video tomado con un celular: Dos jóvenes en una embarcación que salió de Nativitas intentan pasar de una a otra. Uno de ellos lo logra y se pone a bailar, pero se escucha el sonido del otro cuando cae al agua. Los trabajadores intentan rescatarlo, pero nunca sale a la superficie.
El fallecido tenía el sobrenombre de “Chema” y su cadáver fue encontrado flotando a poco menos de un kilómetro (media milla) de distancia.
Después que el video se hiciera viral en internet, las autoridades de la alcaldía local convocaron a una conferencia de prensa y anunciaron las nuevas medidas.
Según las nuevas normas, los dueños de las trajineras estarán obligados a proporcionar chalecos salvavidas a partir del 1 de octubre, aunque los pasajeros pueden firmar un documento para mostrar que no quisieron utilizarlos. Varios chalecos estaban disponibles el viernes en las barandillas del muelle, pero no se veía a nadie que los llevara puestos a bordo de las trajineras.
La aplicación de las medidas presenta irregularidades. Algunos pasajeros aseguraron que no se les dijo nada sobre las nuevas normas ni les ofrecieron chalecos salvavidas. Al menos tres trajineras realizaban sus paseos con música de aparatos electrónicos, aunque a un volumen moderado. No se veían grandes grupos de jóvenes pese a que era un día y hora favorable para los juerguistas.
“A lo mejor tienen que ir acostumbrándose a que va a ser otro ambiente”, dijo Sandra Barón, una de las decenas de agentes de la alcaldía de Xochimilco que vigilan el consumo de bebidas alcohólicas y el volumen de la música.
“No es un antro”, afirmó Barón desde su puesto de vigilancia en un puente, acompañada de un policía. “Es un ambiente más tradicional. Eso es lo que se quiere recuperar”.
Los trabajadores apoyan el propósito de que se controle a los jóvenes que festejan en exceso _a quienes de manera despectiva les dicen “juniors”_, que consumen botella tras botella. Sin embargo, algunos también cuestionaron el aparente énfasis en los controles en los muelles.
“El problema no lo tenemos aquí arriba, el problema es allá abajo. Queremos tener más seguridad de la policía”, subrayó Velasco Álvarez, quien agregó que le gustaría ver al menos cinco embarcaciones policiales con unos seis agentes en cada una, y no las dos desplegadas en la actualidad. “Nosotros somos los que nos arriesgamos más, porque venimos nada más una sola persona allí y ellos vienen veinte en una trajinera”.
Otros conjeturaron que será difícil hacer cumplir las normativas como las restricciones a las bebidas alcohólicas dado que la gente que anda de fiesta a menudo compra sus botellas de antemano y las suben a las embarcaciones en sus mochilas. Los trabajadores también se preguntaron si los vigilantes de la alcaldía serán retirados en unas semanas, cuando se desvanezca la publicidad en torno al ahogamiento.
“Las medidas yo creo fueron un poco tontas”, dijo Berenice del Monte, de 29 años, dueña de una embarcación que vende bebidas.
Por ahora, tuvo que reducir su personal de cinco a dos porque no puede pagarles a todos. Ya no le permiten vender “caguamas”, como se conoce en México a las cervezas de botella grande de 40 onzas, ni “micheladas” _una bebida que contiene cerveza y jugo de tomate, limón y chile, y que es servida con sal alrededor en la parte superior del vaso.
La turista colombiana Teresita Cortés Castillo, de 58 años, que visita Ciudad de México con sus hijas de 15 y 21 años, se manifestó totalmente a favor de las restricciones al consumo de alcohol. Sin embargo, se dijo desilusionada de que los canales no tuvieran un ambiente más alegre y con más música.
“Mira, está todo muy triste”, afirmó Cortés, mientras señalaba hacia un reducido grupo de trajineras próximas a la suya. “Es una cultura muy alegre, entonces hace falta la música”.
Por fin, una trajinera pasó con personas a bordo entonando una canción popular mexicana que se escuchaba desde unas bocinas. Cortés se sabía la letra y se sumó a la canción, lanzó un beso y saludó a los ocupantes de la otra embarcación.
“¡Viva México!”, le gritó un hombre. “¡Viva Colombia!”, respondió ella.