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El viaje que nunca termina: el rostro resiliente de las madres venezolanas

Una colección fotográfica que expone el rostro resiliente y valiente de las refugiadas y migrantes de Venezuela

Gregg Segal es un fotógrafo estadounidense conocidos por sus proyectos críticos El pan de cada día y 7 días de basura, en los que retrata lo que comen los niños en varias partes del mundo y cómo esto genera malnutrición y también contaminación en el planeta.
Su trabajo ha sido reconocido por The American Photography, Communications and Arts, The New York Press Club y The Society of Publication Designers, entre otros.

Este proyecto llamado El viaje que nunca termina retrata la historia de cinco familias venezolanas que llegaron a Colombia en busca de protección y soñando con días mejores. Su objetivo es sensibilizar a la población e incentivar las donaciones para suplir la unidad móvil de atención en salud de mujeres y madres gestantes (colombianas y venezolanas) que recorrerán los municipios del Atlántico.

En este viaje, Segal retrató las historias de Yosiahanny, Érika, Arianny, Michell y Yudith. Cada una de estas madres viajó con sus hijos durante más de siete días, desde diferentes partes de Venezuela, dejando todo atrás para cruzar a pie los páramos, recorrer las carreteras, tomar buses por horas infinitas, despedirse de los suyos, para finalmente buscar protección muy lejos de sus casas.

“Quedé en shock al ver lo que comían, porque ingerían pan y agua la mayor parte del tiempo, y también algunas arepas. Y no puedes alimentarte bien con eso, y menos los niños que necesitan nutrientes… van a tener serios problemas de salud”, contó Segan sobre el proyecto.

“Las fotografías muestran de una manera muy clara que no tienen para sobrevivir a una jornada. Este es un aspecto de la historia, pero otro es mostrar lo que traen desde Venezuela: unas cuantas prendas de ropa, una biblia, una fotografía… una madre incluso trajo el cuaderno de tareas de uno de sus hijos… en general quieren tener alguna conexión con su pasado. Así que hay elementos que realmente humanizan la fotografía”, dice el estadounidense.

“Creo que el problema es que escuchamos muchas cifras y estadísticas y cuando se empieza a ver a las personas como números y no como individuos pierdes la compasión. La fotografía es poderosa porque una imagen dice más que mil palabras. Si puedo hacer que una fotografía conecte el objeto con quien lo ve, entonces mi meta se habrá cumplido”, explica el fotógrafo.

“Las fotografías muestran de una manera muy clara que no tienen para sobrevivir a una jornada”
Gregg Segal, fotógrafo

Erika y su hija
Erika y su hija Nathalia salieron de Barquisimeto hacia Bogotá. Primero llegaron a Cúcuta y desde ahí, con la ayuda de otros refugiados, lograron encontrar transporte para cruzar los fríos páramos hasta la capital colombiana. Entre ambas empacaron dos maletas: una grande y una más pequeña. Trajeron ropa, un libro de historias bíblicas, cobijas y una hoja con una dirección. Durante su viaje, se alimentaron de pan, arepas, agua, galletas, colombinas y café.

Yosiahanny y sus hijas
Yosiahanny salió de Venezuela con sus dos hijas y un bebé en camino. Su recorrido la llevó por la frontera de Maicao, desde donde partió hacia Bogotá. Para el camino, preparó 12 arepas y reunió lo suficiente para comprar la fórmula láctea de sus hijas. En su maleta, empacó unas cuantas mudas de ropa, su biblia y el oso de peluche que la abuela le regaló a sus hijas de despedida.

Arianny y sus dos hijos
Arianny inició su recorrido con sus hijos, 976 kilómetros desde Maracaibo hasta Bogotá. Luego de varios días de viaje, entre aventones y buses, lograron llegar a su destino. Durante el camino, los tres se alimentaron a punta de pan, arepas, café y agua. En la maleta, Arianny empacó ropa para los tres, un par de juguetes, medicamentos, el tetero de su hija, fotografías de sus familiares y una biblia.

Yudith y su hijo Williams
El viaje de Yudith y su hijo Williams comenzó en los Valles del Tuy y duró más 1069 kilómetros. Durante el recorrido, solo se alimentaron de pan, algunas frutas y mucha agua. En el bolso tricolor empacaron algunas mudas de ropa y en el morral de peluche, Williams empacó la última tarea que hizo en su antiguo colegio.

Michell y sus dos bebés
Michell, con 19 años y dos bebés, realizó dos veces el viaje desde Venezuela hasta Bogotá. El primero le tomó siete días, el segundo, 16. Durante el recorrido, solo se alimentaron de pan, leche, aguapanela y agua. En el único bolso que sus fuerzas soportaron cargar, empacó unas pocas mudas de ropa y nada más.

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