La gente no celebra el Día de Acción de Gracias en Francia, Rusia o Sudáfrica, pero sí compra en el Black Friday.
El fenómeno de ventas de Estados Unidos se ha extendido a minoristas de todo el mundo en los últimos años con tanta fuerza que está provocando una reacción violenta en activistas, políticos e incluso consumidores.
Los trabajadores de Amazon en Alemania se declararon en huelga parar reclamar mejores salarios en una de las jornadas de más actividad del año. Cerca de París, manifestantes por el clima bloquearon uno de los enormes centros de distribución del minorista para protestar por la sobreproducción que, según denuncian, está matando al planeta. Algunos legisladores franceses quieren prohibir esta campaña de descuentos por completo.
Grupos de defensa de los derechos de los consumidores en Gran Bretaña y en algunos otros países sostienen que las tiendas emplean el reclamo de las rebajas del Viernes Negro para atraer a los clientes, pero no siempre está claro cómo de reales o grandes son los descuentos. Otros críticos dicen que perjudica a las pequeñas empresas.
La globalización del comercio llevó los gustos de los consumidores estadounidenses al resto de compradores del mundo, desde caramelos de Halloween a cereales de desayuno o manteca de maní, suplantando incluso las tradiciones locales.
Para los activistas franceses, el Black Friday es el epitome de este cambio, un evento puramente comercial diseñado para impulsar las ventas de los minoristas estadounidenses antes de la Navidad, un símbolo del capitalismo desbocado.
“El planeta se quema, los océanos mueren y nosotros aún queremos consumir y consumir y, por lo tanto, producir y producir, ¿hasta qué erradiquemos a todos los seres vivos? (…) ¡No traicionaremos a nuestros hijos por un 30% de descuento!”, dijo un manifiesto de los grupos que protestaron en París bajo el lema “Block Friday” – un juego de palabras con “Block”, el término en inglés para bloquear, en lugar de Black.
En Gran Bretaña, donde los grandes descuentos navideños se celebran tradicionalmente el día después de Navidad, las empresas adoptaron el Black Friday aproximadamente en 2010. Tras el repunte de las ventas en esta jornada durante los cinco primeros años, el volumen de compras se ha estabilizado y, en su mayoría, se realizan a través de internet.
Una investigación de una asociación de consumidores británica mostró que el 61% de los productos anunciados como rebajados para el Viernes Negro, eran más baratos o tenían el mismo precio en los días previos y posteriores.
En otros países se emitieron advertencias similares. En Rusia, por ejemplo, un regulador emitió un largo comunicado con consejos para evitar los engaños, como hacer una comprobación de los precios o comprobar si los costos de envío se incrementaron.
La campaña publicitaria del Black Friday se amplió más allá del día, hasta el Cyber Monday, y minoristas de varios países lo extendieron a la llamada la “Semana Negra”.
En República Checa, una cadena de electrónica anima a sus clientes _ en inglés, por supuesto _ a “Volver a hacer grande el Black Friday”, en un anuncio en el que aparece un hombre vestido con traje y con la icónica gorra roja que utilizó el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en su campaña electoral.
Aunque este fenómeno está menos extendido en Asia, algunas grandes empresas como Japan Airlines lo utilizaron como eslogan.
Televisoras de Sudáfrica mostraron a gente haciendo fila para comprar en una de las naciones con más desigualdad social y económica del mundo. En un editorial mordaz, el respetado semanario Mail & Guardian criticó esta práctica porque enriquece a las grandes cadenas.
En Italia, por ejemplo, el Black Friday cae fuera de la estricta temporada de rebajas invernales. La industria de la moda advirtió que podría dañar a los pequeños negocios en un país que depende mucho de ellos.