DUBÁI, Emiratos Árabes Unidos — En su comparecencia ante las cámaras, sudando en abundancia y tosiendo, el responsable de la lucha contra el nuevo coronavirus en Irán prometió que el país no estaba en peligro.
“Las cuarentenas corresponden a la Edad de Piedra”, insistió Iraj Harirchi.
Un día después, estaba en cuarentena por el virus.
La historia de Harirchi condensa lo ocurrido en Irán con la pandemia. Casi nueve de cada 10 casos de COVID-19, la enfermedad causada por el virus, en Oriente Medio procede de la República Islámica, que ha reportado cerca de 15.000 contagios y 853 decesos en medio de los temores de que las cifras podrían no ser todavía las reales. Aunque la mayoría de los enfermos se recuperan, el coronavirus se propaga rápido y puede ser letal para ancianos y personas con problemas respiratorios y otras patologías previas.
Los días de negación le dieron tiempo al virus a expandirse por el país coincidiendo con la celebración de mítines por el 41er aniversario de la Revolución Islámica de 1979, y con unas elecciones parlamentarias donde las autoridades necesitaban una elevada participación.
Aunque Irán tiene uno de los mejores sistemas de salud de la región, los hospitales parecen sobrepasados y las autoridades ha pedido 172 millones de mascarillas al extranjero. Además solicitó un préstamo de 5.000 millones de dólares al Fondo Monetario Internacional, la primera ayuda de este tipo que pide desde 1962.
Este reclamo “habla sobre lo grave que es la situación y de que se están dando cuenta de que está fuera de control”, dijo el doctor Amir A. Afkhami, experto en Irán de la Universidad George Washington.
Con el Año Nuevo Persa de Nowruz el viernes, las autoridades parecen no tener la capacidad o la voluntad de prohibir los desplazamientos, mientras las zonas más afectadas por el virus amenazaron con levantar sus propios controles para evitar llegadas e incluso con atacar a los foráneos.
Se desconoce qué ocurrirá después, pero no solo afectará al gobierno civil del país y a la teocracia chií, que tienen contagiados entre sus filas, sino también al resto del mundo.
Entre las incógnitas está quién es el “paciente cero”, el primer infectado de coronavirus en la nación.
Las autoridades creen que el brote se originó en Qom, el bastión de los clérigos chiíes, 125 kilómetros (80 millas) al suroeste de Teherán. Las autoridades sugirieron que un empresario iraní contagiado pudo importar la enfermedad desde China, donde se descubrió el virus en diciembre. Estudiantes chinos acuden a los seminarios de Qom y la ciudad está también en la ruta de un proyecto de tren de alta velocidad de 2.700 millones de dólares que construye una compañía china.
“Virus misterioso a las puertas de Irán”, advirtió el diario prorreformista Aftab-e Yazd cuando China empezó a imponer cuarentenas en enero. Sin embargo, los viajes entre las dos naciones continuaron con normalidad.
Los dos primeros casos de coronavirus en Irán se anunciaron el 19 de febrero, y los dos pacientes fallecieron en Qom. Dado que los síntomas podrían tardar hasta dos semanas en manifestarse, pudieron haberse contagiado a principios de febrero.
Irán mantuvo sus elecciones del 21 de febrero, que tuvieron la participación más baja desde la Revolución. El gobierno quería aumentar su legitimidad tras el derribo de un avión de pasajeros ucraniano en el que murieron las 176 personas que iban a bordo. Días antes, un dron estadounidense mató en Irak al general Qassem Soleimani, un alto mando de la Guardia Revolucionaria, lo que sacudió aún más su credibilidad.
En Qom se mantuvo abierto el mausoleo de la santa chií Fatima de Masumeh, donde hay multitudes las 24 horas del día, siete días a la semana, para tocarla y besarla. Otros países cerraron o limpiaron a fondo iglesias, mezquitas y lugares sagrados.
“El epíteto religioso de la ciudad _ ‘El nido del profeta y su familia’ _ tenía la intención de asegurar a los creyentes de todo el mundo que estaba aislado contra epidemias y otros desastres”, escribió Mehdi Khalaji, un teólogo chií formado en Qom que trabaja como analista en el Washington Institute for Near-East Policy. “Si los primeros reportes sobre la propagación del virus resultan ser correcto, el estatus de Qom como la capital ideológica de la Republica Islámica ayudó a convertirla en el centro de transmisión del patógeno al resto de Irán y a al menos otros siete países”.
Desde entonces, trabajadores con trajes de protección han desinfectado los santuarios. Para el lunes en la noche, el mausoleo de Fatima de Masumeh y otro en Mashhad habían cerrado, y en videos publicados en internet podía verse a fieles fundamentalistas entrando a los patios de los templos para exigir su reapertura.
Pero el virus ya se ha colado entre el gobierno y la teocracia chií.
Se cobró la vida de Mohammad Mirmohammadi, miembro de la Asamblea de Discernimiento de Conveniencia del Sistema y considerado como próximo al líder supremo del país, el ayatolá Ali Jamenei. Hadi Khosroshahi, que en su día fungió como enviado en el Vaticano, y Ahmad Tuyserkani, asesor del responsable judicial, también fallecieron, como otros legisladores. Entre los contagiados está la vicepresidenta, Masoumeh Ebtekar, más conocida como “Sister Mary”, que fue la portavoz en inglés de los estudiantes que tomaron la embajada de Estados Unidos en Teherán en la crisis de rehenes de 1979 que se prolongó con 444 días.
Hasta Jamenei, de 80 años, fue visto con guantes desechables durante una ceremonia de plantado de árboles.
La tasa de mortalidad por el virus en Irán es más alta que en otras naciones afectadas. Expertos extranjeros e incluso legisladores y funcionarios del país alegaron que se estaba ocultando el número real de infectados y fallecidos.
Las negaciones iniciales parecen haberse disipado con el tiempo.
“Nos dimos cuenta un poco tarde de que el coronavirus había entrado a Irán porque lo confundimos con la gripe”, señaló Reza Malekzadeh, un viceministro de Salud.
Un hombre en Qom grabó filas de cuerpos en bolsas negras y ataúdes esperando a ser enterrados en una zanja, después de supuestamente dar positivo por el virus. Las autoridades dijeron que los entierros se demoraron a la espera de los resultados. El hombre fue arrestado más tarde.
Los 80 millones de habitantes de Irán, cuya sensación de alto riesgo se ha diluido tras años de aislamiento internacional y sospechan de los medios estatales, están llenando las tiendas de alimentación y carnicerías.
El gobierno no ha llegado a ordenar importantes restricciones de viaje, incluso para el Nowruz, cuando se realizan millones de desplazamientos. No se ha explicado el motivo, pero podría haber más preocupación por enojar aún más a la población o por ralentizar más su economía, ya lastrada por las sanciones internacionales.
Videos en internet mostraron a iraníes ignorando los pedidos para quedarse en sus casas y dirigiéndose a la costa del Mar Caspio o del Golfo Pérsico.
Harirchi, el funcionario de Salud que cayó enfermo, dijo que Irán espera contener la enfermedad para el 26 de marzo.
El hombre que en su día consideró que las cuarentenas eran una cosa del pasado, agregó: “Le pido a la gente que minimice sus viajes y contactos, y que aíslen por completo a las personas infectadas de los demás”.
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