En 2016 las mesas del restaurante Woow!!!, a pocos metros de la céntrica rampa habanera, estaban siempre llenas. Decenas de turistas tomaban café o cenaban y era casi imposible no chocarse con alguien. Pero a comienzos de 2020 no costaba nada encontrar un lugar para sentarse.
La avenida era la misma, la vista idénticamente privilegiada; sin embargo, la disminución de visitantes, sobre todo de Estados Unidos, fue radical.
Pocos países sufrieron tanto las sanciones impuestas por el presidente Donald Trump como Cuba. Las florecientes hosterías para los visitantes extranjeros, los paseos en automóviles clásicos y los improvisados guías de turismo quedaron en el pasado.
“La era de Trump fue como un virus para el turismo a Cuba”, se lamentó Orlando Alain Rodríguez, dueño junto a su esposa de dos de los más conocidos restaurantes de La Habana, Woow!!! y Sensacioones. El matrimonio sufrió pérdidas de hasta el 70% en sus ingresos por las sanciones de Trump. Y luego vino la pandemia del nuevo coronavirus y muchos locales debieron cerrar o trabajar de manera intermitente.
Los cubanos, a los que el mandatario estadounidense aseguró que quería empoderar presionando financieramente a su gobierno para lograr libertad política y pluripartidismo, están ahora deseosos de que Trump no sea reelecto.
“¡Que no sea Trump por favor, por favor! ¡Ojalá no sea él”, dijo a The Associated Press Daysi López, una empleada de un consultorio médico de 50 años cuando se le preguntó quién prefería que ganara las próximas elecciones en Estados Unidos. “Ha puesto demasiadas trabas”.
En un informe anual presentado a las Naciones Unidas la semana pasada, las autoridades cubanas estimaron las pérdidas por las medidas unilaterales de Washington en unos 5.600 millones de dólares entre 2019 y 2020, más de 1.000 millones más que el año precedente.
Trump dio un giro radical al acercamiento iniciado por su predecesor Barack Obama, quien reabrió las embajadas tras seis décadas y reconoció la inutilidad del embargo.
Al inicio de su gobierno el republicano anunció una “revisión completa” de la política de Obama hacia la isla y no hubo casi un mes en el que no sumara restricciones. Algunas fueron de carácter simbólico, pero otras afectaron dramáticamente a la población sin que se produjera el ansiado cambio en el gobierno comunista.
“Como abogado lo he visto. He perdido muchos negocios entre compañías por el bloqueo”, dijo a AP el consultor canadiense radicado en la isla Gregory Biniowsky, quien aseguró que bajo la administración de Obama tenía “una larga fila” de clientes estadounidenses preparándose para cuando se levantara el embargo que debe ser retirado oficialmente por el Congreso, el paso que le faltó al predecesor de Trump.
En agosto de 2017 Estados Unidos responsabilizó a Cuba por supuestos “ataques sónicos” -hasta ahora no resueltos- a varios de sus diplomáticos en la isla, que reportaron síntomas como dolor de cabeza, pérdida auditiva o náuseas. La isla rechazó la acusación.
Entonces Trump arremetió: retiró a casi todo el personal de su embajada y se elaboraron listas de empresas, hoteles y tiendas cubanas con las cuales los estadounidenses no pueden tener contacto o productos prohibidos para llevar de regreso a Estados Unidos como ron y tabaco.
Se impusieron multas millonarias a compañías no estadounidenses por operar con Cuba y se obstaculizó la entrega de visas.
En 2019 Trump autorizó la entrada en vigor del título III de Ley Helms-Burton que permite a los ciudadanos estadounidenses cuyas propiedades fueron nacionalizadas tras la revolución cubana de 1959 demandar a empresas extranjeras.
Se restringieron las categorías de viajes permitidos a los estadounidenses, las remesas que los familiares pueden enviar a la isla y se suspendieron los cruceros. También se limitaron los vuelos comerciales, se declaró persona no grata al expresidente Raúl Castro y se comenzó a perseguir a los buques del petróleo que Cuba compra a su aliada Venezuela, entre otras medidas.
El resultado –agravado por el COVID-19 y las propias ineficiencias económicas de la isla- fueron largas colas para conseguir alimentos y combustible, pérdida de empleos y reducción de los salarios en el sector privado.
El equipo de Trump y sus asesores republicanos fueron incluso advertidos por los pequeños empresarios cubanos -sector que emergió tras las medidas de apertura económica de Raúl Castro- del impacto negativo de las sanciones.
Nidialys Acosta y Julio Álvarez fueron dos de los emprendedores que se reunieron con funcionarios del senador republicano cubanoamericano Marco Rubio y su correligionaria, la representante Ileana Ros-Lehtinen durante un viaje a Washington en 2017 en el que visitaron el Capitolio y el Departamento de Estado.
“Cuando salió elegido Trump las cosas comenzaron a dificultarse paulatinamente”, indicó Acosta, de 45 años y copropietaria de Nostalgicar, un negocio familiar de paseos en una docena de autos clásicos, antiguos Ford y Chevrolet de los años cincuenta que ellos restauraron.
“En ese 2017 tuve más de 50% de cancelaciones por cuestiones de estas regulaciones (de viajes de Trump a sus compatriotas). Todo lo que le recomendamos (a los funcionarios republicanos) fue a oídos sordos”, se lamentó Acosta.
Paradójicamente, según los analistas, las sanciones de Trump terminaron funcionando como un retardador de cualquier cambio en la isla.
“Sabemos que el liderazgo cubano se da cuenta de que tiene que haber cambios, tiene que reformar la economía, pero es difícil hacerlo con una mentalidad de fortaleza sitiada”, expresó Biniowsky. “Ellos no entienden la realidad en Cuba, la resistencia es nacionalismo cubano y mientras más aprietan, más lo estimulan”.
Los dos contendientes en los comicios en Estados Unidos ya fijaron posición: Trump insistió en que continuará por la senda de las sanciones mientras que el demócrata Joe Biden aseguró que las flexibilizará.
“Biden tiene condiciones para hacer un cambio importante apenas con el mero retorno a las posturas de Obama. La lógica de la orden presidencial de Obama del 2016 apunta a ir desmantelando el embargo a pedazos”, dijo a AP el economista y profesor Arturo López-Levy de Holy Names University en California.
“Trump, en cambio, es un presidente muy peculiar y es muy difícil predecirlo”, agregó López-Levy.
Cualquiera sea el resultado de las próximas elecciones estadounidenses, los cubanos se preparan para resistir.
“Después de estos 60 años no me atemoriza quién venga”, comentó el empresario Álvarez. “Los cubanos vamos a seguir adelante”.