El presidente Donald Trump ha estado resaltando muchos números realmente grandes esta semana: nuevos récords en el mercado de valores. Los más de 100 miembros de la Cámara de Representantes que respaldan una demanda por su fracaso electoral. Las casi 75 millones de personas que votaron por él.
Pero ha estado haciendo caso omiso de otras cifras impactantes y con mayores consecuencias: los números récord de muertes, hospitalizaciones y nuevos casos de coronavirus entre los ciudadanos del país que encabeza.
El equipo de Trump publicó el viernes un texto con este mensaje presidencial fuerte y noble: “No nos doblegaremos. No nos quebraremos. Nunca cederemos. Nunca nos daremos por vencidos”.
Pero no era un grito de guerra para ayudar a apuntalar a los estadounidenses que se hunden bajo los estragos de una pandemia que tan sólo el miércoles provocó la muerte de más estadounidenses que en el Día D o en los atentados del 11 de septiembre de 2001. Forma parte de una presentación para recaudar fondos relacionada con las contiendas al Senado en Georgia y a las afirmaciones sin fundamento de Trump de que los demócratas intentan “robar” la elección presidencial que perdió.
De los tuits del mandatario en la última semana, el 82% se han enfocado en las elecciones y sólo 7% en el coronavirus — casi todos ellos relacionados con las próximas vacunas —, según Factba.se, una compañía de análisis de datos. Casi una tercera parte de los tuits del presidente sobre los comicios fueron marcados por Twitter como información falsa.
Al hablar y tuitear extensamente sobre las elecciones cuyo resultado intenta inútilmente revertir, el presidente está dejando a los estadounidenses sin una figura central que les ayude a lidiar con su dolor por la pérdida de sus seres queridos y el peligro diario de la pandemia que aún no cede. Su estrategia es enfocarse totalmente en el objeto brillante que está por llegar: el prospecto de una vacuna.
Calvin Jillson, un historiador presidencial de la Universidad Metodista del Sur, dijo que Trump ha mostrado ser incapaz o reticente a hacer acopio del “sencillísimo enfoque presidencial, normal y natural” que se pide para cualquier momento de aflicción o crisis nacional.
“Él simplemente no parece tener la profundidad emocional, las reservas emocionales para sentir lo que está sucendiendo en el país y responder a eso en la forma en que lo haría cualquier otro presidente, incluso aquellos que han estado bastante lisiados emocionalmente”, dijo Jillson.
Trump sí convocó a una reunión esta semana para resaltar los intentos exitosos de su gobierno por ayudar a apresurar el desarrollo de las vacunas contra el coronavirus y preparar su rápida distribución. Y pasó parte del viernes presionando a las autoridades federales para que autoricen el uso de la vacuna de Pfizer, la primera en ser examinada para su uso de emergencia.
En su reunión, el presidente hizo mucho énfasis en el desarrollo más rápido de lo esperado de las vacunas, que calificó de un “éxito increíble”, “un logro nacional monumental”, “realmente espectacular” y “una especie de milagro”. También se adjudicó el crédito, aunque Pfizer desarrolló su vacuna fuera de la “Operación Velocidad Warp” de su gobierno.
En una alusión rápida a los estragos de la pandemia, Trump prometió que las próximas vacunas “reducirán las muertes y hospitalizaciones en forma rápida y drástica”, y agregó que “queremos regresar a la normalidad”. Pero pasarán meses antes que la mayoría de los estadounidenses tengan acceso a la vacuna.
Cuando se le preguntó qué mensaje tenía para los ciudadanos que sufren grandes adversidades al acercarse la Navidad e incrementarse los estragos del coronavirus, el tono de la respuesta de Trump fue casi clínico, sin emoción.
“Sí, bueno, los CDC (siglas en inglés de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades) publican sus directrices, y son directrices muy importantes”, dijo, “pero yo creo esto: creo que la vacuna era nuestro objetivo”.