Con su lugar en la historia siendo reescrito, el presidente Donald Trump recibió la noticia de un segundo proceso de juicio político en su contra prácticamente solo y en silencio.
Durante más de cuatro años, Trump ha dominado el discurso nacional como ningún otro presidente antes que él. Sin embargo, cuando su legado quedó grabado en piedra el miércoles, se mantuvo sorpresivamente al margen.
La situación de Trump no tiene comparación al ser el único presidente en ser acusado dos veces de un delito o falta grave, un nuevo final para un periodo presidencial definido por aumentar la división en el país, sus fracasos durante la peor pandemia en un siglo y su rechazo a aceptar la derrota en las urnas.
Trump se mantuvo alejado de la vista pública en una Casa Blanca prácticamente vacía mientras los procedimiento para un juicio político se llevaban a cabo en un Capitolio fuertemente resguardado. Ahí, el daño de los disturbios de la semana pasada ofreció un visible recordatorio de la insurrección que se acusa al presidente de haber incitado.
Abandonado por algunos miembros de su propio partido, Trump no pudo más que ver por televisión cómo se desarrollaba la historia. La suspensión de su cuenta de Twitter le privó a Trump de su medio más potente para mantener a los republicanos alineados, creando una sensación de que Trump ha perdido los colmillos y, por primera vez, el control de su partido adoptivo.
Finalmente se supo de él horas después de la votación, en un video en el que condenó la insurrección en el Capitolio y advirtió a sus simpatizantes que no participaran en nuevos actos de violencia. Fue un mensaje que estuvo ausente una semana atrás, cuando los inconformes que marchaban en nombre de Trump llegaron a la sede del Congreso para intentar evitar la certificación del triunfo electoral de Joe Biden.
“Quiero ser muy claro. Condeno rotundamente la violencia que vimos la semana pasada”, declaró Trump. Añadió que ninguno de sus “verdaderos” simpatizantes “podría condonar jamás el uso de violencia política”.
Pero ese mensaje, parcialmente motivado para evitar acciones legales por haber incitado los disturbios, fue contradictorio a lo que Trump había dicho durante todo su mandato, incluyendo la semana pasada, cuando instó a sus simpatizantes a “luchar” por él. Trump no dijo una sola palabra sobre el juicio político en el video, aunque sí se quejó sobre los vetos en su contra en redes sociales.
Con apenas una semana restante en su gobierno, no hubo mensajes beligerantes desde la Casa Blanca para oponerse a los procedimientos que se llevan a cabo en el otro extremo de la Avenida Pensilvania, así como tampoco hubo una respuesta legal organizada. Algunos legisladores republicanos defendieron al mandatario durante el debate de juicio político en la Cámara de Representantes, pero al final de la sesión, 10 republicanos se unieron a los demócratas para votar en favor del juicio político.
Fue un claro contraste con el primer proceso de destitución contra Trump. La votación de diciembre de 2019, en la que Trump se convirtió en apenas el tercer mandatario de la historia en ir a juicio político, se mantuvo en bloques partidistas. Los cargos en aquella ocasión fueron que había utilizado la autoridad de su puesto para presionar a Ucrania a investigar a su rival político y actual presidente electo, Joe Biden.