Víctor Guevara, un abogado hondureño de 72 años, conoce a varias personas de su edad que han sido vacunadas contra el COVID-19 en muchos países. Sus propios familiares en Houston han sido inoculados.
Pero él, como muchos más en el país centroamericano, todavía espera ser inoculado. Adicionalmente, se pregunta cada vez más por qué Estados Unidos no hace gran cosa por ayudar a otras naciones, particularmente cuando los suministros de la vacuna en Estados Unidos comienzan a superar la demanda y las dosis que han sido aprobadas para usarse en otras partes del mundo, pero no en Estados Unidos, todavía están detenidas en suelo norteamericano.
Honduras ha obtenido una cantidad insignificante para sus 10 millones de habitantes: de 59,000 dosis. África, en donde sólo se han adquirido 36 millones de dosis para los 1,300 millones de habitantes del continente, también ha pasado por un vacío similar de acceso a la vacuna, así como partes de Asia.
En contraste, casi 90 millones de habitantes de Estados Unidos —más de un cuarto de la población— han sido vacunados en su totalidad y hay tantos suministros que algunos estados están rechazando los envíos planeados por parte del gobierno federal.
Este acceso desequilibrado a las vacunas provoca cada vez más peticiones en el mundo de que Estados Unidos comience a enviar suministros a los países más pobres. Esto representa una prueba temprana para el presidente Joe Biden, quien ha prometido restaurar el liderazgo estadounidense en el mundo y demostrar a los países recelosos que Estados Unidos es un socio confiable tras años de atrincheramiento durante el gobierno de Donald Trump.
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J. Stephen Morrison, vicepresidente y director del Centro Global de Políticas de Salud del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales en Washington, dijo que conforme Estados Unidos pasa de la escasez a la abundancia de vacunas, tiene una oportunidad única de “dar forma a los resultados de forma dramática en esta próxima fase debido a los activos que tenemos”.
Biden, quien llegó al puesto en enero cuando el virus devastaba a Estados Unidos, ha sido cauteloso en sus respuestas a los pedidos de ayuda provenientes del extranjero.
La mayor parte de los esfuerzos de vacunación de su gobierno se han enfocado en las necesidades internas. Mantuvo vigente un acuerdo que aprobó el gobierno de Trump exigiendo que las farmacéuticas que recibieron apoyo de Estados Unidos en el desarrollo o la expansión de la manufactura de las vacunas vendieran al gobierno federal sus primeras dosis producidas en el país. Estados Unidos también ha usado la Ley de Producción para la Defensa para asegurar suministros vitales para la producción de la vacuna, una medida que ha bloqueado la exportación de algunos suministros.
La falta de apoyo de Estados Unidos en la vacunación en el mundo creó una enorme oportunidad diplomática para China y Rusia, que han prometido a otros países millones de dosis de vacunas producidas nacionalmente, aunque ha habido demoras en la producción que han obstaculizado la entrega de algunos suministros. El canciller de China Wang Yi dijo este mes que China se opone al “nacionalismo de vacunas” y que las vacunas deberían ser un bien público global.
Hay mucha gente a la cual culpar, dijo Marco Tulio Medina, coordinador del comité de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras parta el COVID-19. Mencionó el enfoque poco entusiasta de su propio gobierno y la ferocidad en el mercado de las vacunas, pero dice que los ricos pueden hacer más. A algunos países ricos les falta humanismo, comentó.