Como cucarachas cuando las rocían con veneno. Así han salido en los pasados días los cobardes y abusadores que descargan sus complejos de inferioridad contra víctimas que no necesariamente pueden defenderse como se defendería alguien igual a ellos.
Los casos de Keishla Rodríguez y Andrea Cristina Ruiz comenzaron a levantar masivamente la manifestación de un pueblo que condena el abuso, el maltrato contra la mujer. Ese levantamiento parece haber sido el veneno de esas cucarachas que han salido despavoridas golpeando lo primero que encuentran.
En el caso de Ruiz, quien trató de buscar fallidamente que el estado la protegiera, perdió la vida en el intento. Esto provocó que por fin la jueza presidenta del Tribunal Supremo, Maite Oronoz Rodríguez, se levantara de la silla y se moviera, más allá de lamentar.
Hizo que el gobernador Pedro Pierluisi, en representación del estado, admitiera que el mismo le falló a esta mujer.
Hizo que en la legislatura, alguien se acordara y presentara medidas legislativas. Aunque esa parte reaccionaria, después que ocurre una tragedia, no es nueva. Salen corriendo a radicar medidas y enviar comunicados para que el electorado… perdón, el pueblo, vea que cosas más grandes tenemos en el Capitolio. Se lo recordarán más adelante: “yo hice esto”, “yo hice lo otro”.
En lo que vá de año, ¡13 mujeres han sido asesinadas! Misma cantidad que el pasado año en su totalidad.
Hace poco más de un mes publiqué el caso de una mujer que solicitó una orden de protección, casualmente en el tribunal que acudió Andrea. La cita para ver el caso se dio para un mes más tarde. ¡Un mes! ¿Sabe usted lo que puede ocurrir en ese período? La reacción del sistema judicial fue autoprotegerse, dar varias explicaciones y allí quedó todo. No hubo legisladores que radicaran medidas, no hubo llamados a la Junta de Supervisión Fiscal (JSF) para reuniones, ni un estado admitiendo sus fallas. Tuvo que morir Andrea Cristina de manera cruel, salvaje, para que todos salieran corriendo.
La jueza presidenta Oronoz Rodríguez, que hoy aspira a ser jueza del Primer Circuito de Apelaciones en Boston, ahora ordena investigaciones, realiza cambios temporeros y solicitó una reunión de urgencia con la JSF. Usted puede decir que ella está haciendo su trabajo, y yo solo digo que esto ocurre cuando murió alguien, aunque se estaban levantando banderas desde antes. El enviar un comunicado desde Tribunales para que publiquen que esto es un problema de la JSF no le quita las pestañas del fuego al sistema judicial. La decisión de la jueza que le negó a Andrea su orden de protección no tiene que ver con dinero ni con la JSF.
Lea las expresiones que Andrea Cristina dejó en una grabación sobre su experiencia con la jueza que le tocó: “La que me tocó de jueza por la noche, ella estaba enc… por la hora en que se había empezado a radicar el caso. El agente le dijo ‘ella llegó aquí a las 3:00. Fuimos a fiscalía, entre aquí, entre que llega el acusado, entrevistarlo, conseguirla a usted…’. Yo creo que ella en verdad dio no causa porque ella lo que estaba era hastiada, tenía una careta y ella estaba peleando con nosotros por la videolllamada. Que sea lo que Dios quiera, que esto me sirva de lección”. Una lección demasiado cara la que tuvo, aunque solo espero no sea en vano y sirva para que las cosas mejoren, porque perfectas sé que nunca serán. ¿Que tiene que ver la JSF y el dinero con el trato de indiferencia que Andrea entiende recibió por parte de la jueza?
El sistema judicial funciona en la mayoría de las ocasiones y en otras ocasiones, que son las menos, falla. Es normal y entendible que así ocurra porque es operado por seres humanos y no existe en la faz de la tierra un ser humano perfecto, mucho menos un conjunto de seres humanos perfectos. Mi inquietud con el sistema judicial es que, desde mi punto de vista, parece entender que no pueden permitir que sus fallas trasciendan y salgan a la superficie -o que se les señale- porque eso atenta contra su honorabilidad o la confianza en el sistema. En eso se parece a la clase priodística, y sé que algunos detestan que diga esto, pero es así desde mi perspectiva. Aquí la clase periodística discute sus fallas en cuartos cerrados, foros internos. ¿Por qué? También somos seres humanos, como los jueces, también tenemos nuestras fallas y estamos expuestos al escrutinio, a la crítica, pero nos ofende si nos señalan porque “atenta” contra la credibilidad. Yo las he hablado en radio sin problemas.
Hace unos años Federico Hernández Denton, quien fuera presidente del Tribunal Supremo, dijo que no era responsabilidad de la judicatura combatir el crimen. Desde mi punto de vista ese pensamiento está equivocado. Es responsabilidad de todos y eso los incluye a ellos, nos incluye a nostros, ¡a todos!. Lo que ocurrió con Andrea Cristina fue un crimen. ¿Pudo haberse evitado si el Tribunal hubiese sido más proactivo? No tenemos una respuesta absoluta, pero las probabilidades de que así fuera aumentan.
Ahora bien, como digo una cosa, también es meritorio decir que yo confío en el sistema, aún con sus fallas, porque, como indiqué, en la mayoría de las ocasiones funciona. La inmensa mayoría de los jueces hacen su labor responsablemente y merecen el título de honorables. Los señalamientos son para los que no hacen el trabajo, que son los menos. Pero porque sean menos no se puede dejar de señalar ni se tiene que discutir a escondidas. No son una fraternidad, aunque se comporten como tal en ocasiones. El ser juez es una responsabilidad muy grande. La inmensa mayoría trabaja arduamente dedicando horas extras para sacar los casos. Eso es innegable y también hay que decirlo, además de agradecer ese compromiso. No deben molestarse u ofenderse cuando el sistema falla y se señala. Se tiene que discutir y debatir sus decisiones, las acertadas y las erróneas, porque lo que impactan son vidas. La transparencia nos debe cubrir a todos y en ese todo está nuestros sistema judicial.
Hay que repensar la estrategia contra la violencia de género desde la simple campaña mediática hasta el complejo caso judicial, que incluye jueces, fiscales y abogados.