Un edificio de cuatro pisos se derrumbó en el oeste de Río de Janeiro el jueves en la madrugada, provocando que un bebé y un adulto murieran y dañando residencias aledañas, informaron los bomberos. Cuatro personas fueron rescatadas de entre los escombros.
La vivienda irregular consistía de cuatro pequeñas casas construidas una encima de la otra, dijo un portavoz del Departamento de Bomberos. Funcionarios de la ciudad confirmaron a The Associated Press que la estructura carecía de permisos.
Las construcciones ilegales han sido un problema desde hace muchos años en Brasil, la nación más grande de Latinoamérica.
El incidente ocurrió alrededor de las 3 a.m. en Río das Pedras, un vecindario de clase trabajadora, y evidenció las dificultades que atraviesan las autoridades para intentar frenar las construcciones ilegales en zonas controladas por grupos paramilitares del crimen organizado.
Dichos grupos paramilitares, a los que en Brasil suele llamárseles “milicias”, están integrados por exbomberos, expolicías y exsoldados, y por lo general asumen el control de tierras públicas y construyen viviendas ilegales para el alquiler informal. Muchas personas eligen vivir en ese tipo de residencias por ser de menor costo.
“Conmigo, las milicias ya no construirán más de esa basura en esta ciudad”, declaró el alcalde de Río, Eduardo Pães.
De acuerdo con el Departamento de Conservación de Río, desde enero se han demolido más de 180 construcciones ilegales tan sólo en la zona oeste, además de emitirse más de 150 notificaciones. Una notificación es el primer paso previo a la demolición, indicó la agencia.
El Consejo Regional de Ingeniería y Agronomía de Río, la entidad pública responsable de supervisar la ingeniería de nuevas construcciones, aseguró que la seguridad es uno de los problemas principales en varias partes de la zona metropolitana.
“No podemos ingresar a la comunidad para saber si el trabajo está bien hecho”, dijo a la AP el presidente del consejo, Luiz Antonio Cosenza.
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Funcionarios municipales señalaron que han bloqueado el acceso a siete edificios cercanos al que se vino abajo, reubicando a sus 20 residentes.
María Augusto da Silva, quien vive en un edificio ubicado frente al que se desplomó, dijo que comenzó a gritar cuando escuchó el ruido a la mitad de la noche.
“Estaba desesperada, pensé que era el fin del mundo”, declaró. “Le pedí a Dios que me salvara a mí y a mi familia. Pero el ruido seguía y seguía”.
Una vez que el estruendo terminó, tomó a sus dos nietos y salió de la casa, abriéndose paso entre los escombros que llegaban hasta la puerta de su edificio.
El desastre evocó recuerdos de otro desplome letal en la ciudad. En 2019, dos edificios que habían sido construidos sin permiso en una zona de Río controlada por las milicias —y cuya demolición ya estaba programada— se vinieron abajo, dejando más de una veintena de muertos.