En la noche antes de la Navidad de 2011, en Estados Unidos, William Wallace y su esposa Za’Zell Preston visitaron a unos vecinos para cenar, en la previa de las festividades.
Tras la comida, la pareja regresó a su casa y los vecinos sintieron gritos. La mujer terminó muerta y el hombre detenido y acusado de femicidio.
Wallace ya había estado preso por violencia en contra de su esposa, con la que tenía un hijo siete semanas. La pareja, además, vivía con los dos hijos de 8 y 3 años de Preston, que venían de una relación anterior.
Pero los detalles que se conocieron en el juicio, que recién terminó estos días, fueron realmente escalofriantes.
Brutalidad sin límites
Según las declaraciones de la hija mayor de la mujer, su padrastro golpeó a la mujer, provocándole varias heridas.
Wallace llevó a su esposa al baño para limpiarle las heridas, pero la dejó caer y se azotó la cabeza en el inodoro. Con ese golpe mató a Preston.
Pero la brutalidad del sujeto no detuvo ahí. Tomó el cadáver, lo sentó en un sillón del living de la casa, le colocó unos lentes de hizo e hizo que los niños abrieron los regalos de Navidad ante el cuerpo sin vida de su madre.
En un dramático testimonio, la hija mayor de Preston recordó lo que les decía su padrastro: “Mamá arruinó la Navidad, se emborrachó y arruinó la Navidad”.
Después de 10 años, el juicio llevó a su fin y el hombre que ya lleva 9 años preso, fue condenado a 15 años y una cadena perpetua por el crimen de su esposa.
La madre de la víctima, Saidell Preston, declaró en el juicio: “Golpeó y torturó a mi hija y al mismo tiempo asesinó mentalmente a sus hijos. Él no le mostró piedad. No le mostremos piedad”.