Lydia Rodríguez era una mujer de 42 años, residente de Texas, que se contagió de COVID-19 durante un campamento de la iglesia al que asistió con otros miembros de su familia. Luego de ser conectada a un ventilador, el virus le ganó la batalla y falleció el pasado lunes.
La madre de cuatro menores había asegurado estar en contra de la vacuna por pensar que su cuerpo era lo suficientemente fuerte para luchar contra el virus.
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Según reportó el Washington Post, Rodríguez cambió de opinión sobre la vacuna cuando ya estaba hospitalizada por el virus,pero según los doctores, era muy tarde.
En la última llamada que hizo la mujer a su hermana, esta le hizo prometerle una cosa: “Por favor, asegúrate de que mis hijos se vacunen”.
Rodríguez era una maestra de piano en la ciudad de Galveston.
La madre murió dos semanas después de que su esposo, Lawrence Rodríguez, también falleciera por complicaciones del COVID-19.
Ambos lucharon contra el virus en el mismo hospital, separados por unos cuantos pies.
Según dijo la familia del matrimonio al Post, Lawrence también era antivacunas y tres de sus hijos son elegibles para recibir la vacuna contra el COVID-19, pero no lo habían hecho.