Un grupo de profesores pertenecientes al Instituto de Estudios del Caribe (IEC), de la Universidad de Puerto Rico (UPR) en Río Piedras, denunció que la Administración Central de la institución ha optado por congelar los fondos que generan las unidades autosuficientes en cada recinto para cubrir deficiencias presupuestarias en otras áreas de la operación del centro docente.
Los sociólogos Emilio Pantojas García y Jorge Giovannetti Torres, así como el escritor e investigador Eduardo Lalo, sostuvieron que el alcance de la “confiscación” de fondos a unidades como el IEC, con el objetivo de redirigirlo al fondo general de la UPR, asciende a $34.5 millones, según se desprende de un análisis del presupuesto que certificó la Junta de Gobierno de la institución para el año fiscal 2021-2022.
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Específicamente, los académicos apuntan a una partida por esa cantidad incluida en la página 13 de la Certificación 130 2020-2021 de la Junta de Gobierno, incluida en el renglón de “Fondos No Recurrentes-Caja”.
“Es una acción que no fue avisada, la confiscación o el arresto, que es la palabra que utiliza la institución, de las cuentas rotatorias. Las cuentas rotatorias son cuentas a las que recibes ingresos propios, ingresos que tú generas y utilizas y puedes cruzar el año fiscal. En el caso del Instituto del Caribe, una de las fuentes más importantes de nuestra cuenta rotatoria es la revista ‘Caribbean Studies’”, explicó Pantojas García, quien funge como director del IEC.
El pasado 2 de septiembre, Pantojas García cursó un correo electrónico a la presidenta interina de la UPR, Mayra Olavarría Cruz, donde levantó la voz de alerta acerca del efecto de la congelación sobre el trabajo que lleva a cabo el IEC, cuyo fondo rotatorio ascendía a $136,403.18.
En la misiva, Pantojas García, precisó que la falta de fondos tendría como efectos principales detener el pago de la diagramación e impresión de ‘Caribbean Studies’, complicar la posibilidad de allegar fondos externos mediante donativos federales, poner en riesgo el proceso de recibir donativos privados y “descarrilar el proceso de autosuficiencia iniciado hace cinco años”.
En el caso del IEC, Pantojas García detalló que las suscripciones a la revista anualmente generan entre $25,000 y $29,000 anualmente para el programa, siendo una de las principales fuentes de ingresos, junto a los donativos de entidades que fomentan la investigación académica, como los herederos del reconocido antropólogo Sidney W. Mintz y del matrimonio de Gordon K. Lewis y Sybil Farrell-Lewis, ambos sociólogos.
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Hace dos semanas, el hijo del matrimonio Lewis, David E. Lewis, escribió una carta a Olavarría Cruz y el rector del Recinto de Río Piedras, Luis Ferrao Delgado, en la que hizo constar “nuestra preocupación por la congelación de las cuentas rotativas del Instituto y, por tanto, del proyecto de autosustentabilidad que envuelve la dedicatoria del Instituto a la memoria de nuestros padres”.
“La universidad no puede utilizar fondos de donantes para que no sea para lo que se donó. Y eso es lo que está haciendo la presidenta de la UPR y la Junta de Gobierno”, sostuvo Pantojas García en una entrevista con Metro junto a sus dos colegas.
Al cierre de esta edición, la Administración Central de la UPR no había respondido a una serie de preguntas sometidas por este medio, incluyendo los motivos por los que la institución habría recurrido a esta práctica de desvío de fondos, las bases legales y normativas para dichas acciones, las alternativas que se brindarían a las diferentes unidades autosustentables o si existe la intención de restituir el dinero y el acceso de las unidades a sus cuentas rotatorias. Metro también solicitó el listado de unidades autosustentables por cada recinto.
Los académicos del IEC indicaron que, tan solo en el Recinto de Río Piedras, hay decenas de estas unidades, incluyendo el Museo de Historia, Antropología y Arte; el Centro de Investigaciones Sociales; la revista ‘Sargaso’; el Decanato de Estudios Graduados e Investigación; la División de Educación Continua y Estudios Profesionales; y la Escuela Secundaria, conocida como la UHS.
En el caso de Lalo, además de su trabajo como profesor e investigador en el IEC, es padre de un estudiante de la UHS.
“Yo, como profesor, y porque lo vivo en carne propia, sé que la cuenta rotatoria de la UHS ha sido incautada también. O sea, que voy a estar literalmente obligado a pagarle, porque si no, no le dan transcripción de créditos o no lo gradúan. Les tengo que dar ese dinero, igual que todos los padres de todos los estudiantes de esas escuelas laboratorio, de la (Escuela) Elemental, y las escuelas no van a dar ningún servicio a partir de ese dinero está, porque está yendo a un fondo general del gobierno que es deficitario”, dijo el reconocido novelista.
Según Giovannetti Torres, quien es uno de los coordinadores del IEC, la creación de unidades autosuficientes tomó auge en la UPR entre principios y mediados de la década pasada, según el gobierno tomó medidas que reducían la base de recaudos del centro académico, como la congelación de la antigua fórmula que le asignaba una porción fija del presupuesto general a la institución.
“De repente, te das cuenta que estas cuentas particulares las puedes usar para autosustentarte, porque ya el Estado no es el mismo, y se vuelven más populares. Todas las unidades responsables y comprometidas con la misión de la universidad de crear y divulgar conocimiento hicieron su gestión”, indicó el catedrático de ciencias sociales.
Para Pantojas García, la administración universitaria envía un mensaje contradictorio y equivocado al “secuestrar” los fondos de las unidades, al mismo tiempo que públicamente se insiste que para mitigar los dramáticos recortes ordenados por la Junta de Control Fiscal –cerca de $500 millones en cuatro años– es necesario que la institución encuentre nuevas y creativas maneras de generar dinero.
“La universidad ha pasado de la bancarrota económica a la bancarrota administrativa e intelectual, porque eso de utilizar fondos utilizados por unidades académicas prestigiosas para cubrir un déficit que se va a ir por un túnel, que ni siquiera va a tener una repercusión positiva, es una bancarrota intelectual, es no entender lo que es la universidad”, puntualizó el académico.