opinión

Sacan a Franco del Valle de los Caídos para meter a Vox al Congreso

Igual que en otros países, el ascenso de Vox es la consecuencia de muchos años de mirar hacia otro lado con políticas que no atajan los problemas

El presidente en funciones, el socialista Pedro Sánchez, apenas hace mes y medio aseguraba que ni él ni el 95% de los españoles dormirían tranquilos con Unidas Podemos y Pablo Iglesias en el gobierno de España, sin embargo, ayer se fundieron en un abrazo fraternal republicano que más bien recuerda al beso de Judas.

Así terminan ocho meses de dimes y diretes entre los líderes socialistas y de la extrema izquierda. Mientras tanto, y mientras exhumaban a Francisco Franco del Valle de los Caídos, el secesionismo catalán se reactivaba al hacerse pública la sentencia de los líderes del procés sin que el gobierno en funciones tomara medidas contra la violencia callejera. Y si Pedro Sánchez parecía temer la toma de decisiones o incluso activar el artículo 1155 de la Constitución española –que suspende a los gobiernos autonómicos por causas excepcionales–, Pablo Iglesias se mostró partidario del diálogo con quienes retan al Estado español e, incluso, se mostró favorable a que en un futuro se pueda consultar a los catalanes sobre su situación en España.

Con todo este contexto llegamos al domingo 10 de noviembre, día en el que los españoles castigaron a los partidos de izquierdas y sumaron votos y escaños para el Partido Popular y la llamada, por la izquierda, extrema derecha de Vox hasta convertirse en la tercera fuerza más votada del país, con 52 escaños en la Carrera de San Jerónimo.

Esto no es fruto de la casualidad ni es parte de un castigo de los españoles, es el producto de años en los que los gobiernos se han dedicado a gobernar para las minorías, olvidando a las clases medias y a quienes defienden el orgullo nacional frente a los separatistas. Al final, igual que ha sucedido en otros países, el ascenso de Vox es la consecuencia de muchos años de mirar hacia otro lado con políticas que no atajaban los problemas de fondo ni de forma y se quedaban en puros acuerdos políticos que dejaban fuera a los ciudadanos. Al tiempo que la izquierda se adueña del feminismo y de la igualdad, Abascal, Smith y Espinosa de los Monteros piden un muro para fortalecer la frontera con Marruecos y políticas que defiendan a la familia, la natalidad y se corten las ayudas públicas al aborto.

Pero a pesar del miedo que tratan de infundir en la extrema derecha de Abascal y compañía, en España se olvidan que la extrema izquierda suma 28 escaños en el Congreso de los Diputados; los separatistas 24; y, los herederos del grupo terrorista ETA, 5. ¿Realmente el problema es Vox?

Todos los extremos son malos, sin excepción. Pero que Vox haya crecido tanto es consecuencia de las políticas y mensajes enviados por la izquierda. A veces hasta cabe dudar si ellos mismos están interesados en su auge para hacer reaccionar a la sociedad sobre el peligro de su crecimiento.

No sé qué será peor, pero me queda claro que no es nada bueno sacar a Franco del Valle de los Caídos para meter a Vox en el Congreso de los Diputados.

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