Olvidar ese 7 de enero resulta imposible.
A las 4:24 de esa mañana la isla tembló, con particular intensidad en el Sur de la isla. Poco tiempo pasaría antes de que comenzaran a llegar las imágenes que nos confirmaron la gravedad de los hechos. Edificios históricos en el suelo y decenas de casas hechas añicos. Cientos de personas habían quedado desplazadas y, de inmediato, el Gobierno inició un masivo operativo para reaccionar a la urgencia. Imposible olvidar aquellas imágenes en las que era posible ver kilómetros y kilómetros de espacios habilitados como refugios y, en ellos, el rostro de la pérdida. A ese punto ya se había emitido una declaración de emergencia y las promesas comenzaban a escucharse sin parar.
Primero, el gobierno local. Además del millón de dólares que se asignó a los municipios afectados y que fue muy bien recibido, también se prometió ayuda para la reconstrucción de los hogares afectados. En aquel momento se manejaba la cifra de $50 mil por familia afectada y la Junta de Control Fiscal había dado su visto bueno.
Luego llegaron las promesas del gobierno de Estados Unidos. Sí. Inicialmente llegó ayuda para los afectados. FEMA afirmó que las personas que sufrieron pérdidas podrían solicitar hasta $35 mil si eran vecinos de Guánica, Yauco, Guayanilla, Peñuelas, Utuado y Ponce. Pero casi un año después de lo ocurrido y lo prometido, el tiempo en el Sur parece haberse detenido.
Recientemente visité algunos de los pueblos afectados a propósito de un programa y una serie especial que trabajo y que pronto podrán ver a través de Noticentro. Y lo que encontré me dejó sin palabras.
Visitar las calles de las comunidades afectadas hoy deja una sensación de deja vú. Allí nada ha cambiado. Quienes perdieron sus hogares siguen sin ellos. Aquella promesa de ubicar un inventario de propiedades junto a la Asociación de Realtors terminó en nada, porque casi nada había disponible. De los $35 mil de tope prometidos por FEMA no conocí a nadie que los recibiera, a pesar de toparnos con estructuras destruidas en su totalidad. Quienes recibieron dinero alcanzaron cifras que apenas superan un par de miles de dólares que, de paso, eran totalmente insuficientes para reparar estructuras con daños que sobrepasan los $35 mil. Algunos, para completar, auscultaron la posibilidad de solicitar préstamos de Small Business. Pero al hacerlo tuvieron que devolver la ayuda otorgada por FEMA. Los $50 mil prometidos por el Gobierno local tampoco aparecieron y, como consecuencia, muchos de los afectados decidieron regresar a sus casas, aun cuando muchas de ellas cargaban con la marca de la famosa cruz roja que les identificaba como inhabitables.
En fin, que la desolación en el Sur del país, lejos de ser un recuerdo, es en realidad el presente de cientos para los que el tiempo se detuvo. ¿Opciones¿ A estas alturas del juego, apostar a la salvación individual. Sea lo que sea que eso suponga cuando lo que se tiene en el bolsillo no alcanza ni para comenzar a soñar.