Según la historia popular Favila, segundo monarca del Reino de Asturias, era un rey negligente y descuidado que salió a cazar un día y fue despedazado por un oso que lo devoró. Esa historia que se mezcla con leyenda, dio vida a un dicho español que se usa para llamar la atención de alguien que se encuentra en un profundo letargo: “¡Espabila Favila que por ahí viene el oso!”
El dicho no podría aplicar mejor a la situación que vive el Partido Popular Democrático en este momento.
Y es que durante años la colectividad ha vivido en dos aguas. Tratando de coquetear con todo el mundo sin comprometerse con nada.
La situación de división ideológica viene cuajándose hace mucho pues las disyuntivas van desde cuestiones de política económica, fiscal, sociológica y medio ambiental, hasta el dilema del estatus político. En lo sucesivo, si queremos de verdad llegar unidos a las próximas elecciones y representar una verdadera alternativa para el país, será necesario que nos sentemos a definir todo esto.
Sin embargo, en lo inmediato existe una amenaza que no podemos esquivar.
El plebiscito que aprobó el Partido Nuevo Progresista tiene dos propósitos. El primero es cumplir la promesa eterna a su base de traer la estadidad aunque por lo bajo todos admiten que, sobre todo bajo la presidencia de Donald Trump, jamás se logrará.
La segunda es propinarle el golpe de gracia a su opositor principal que todavía recoge sus pedazos tras la derrota electoral.
La Junta de Gobierno del PPD trazó un plan para enfrentar el proceso. Parte del cual es acudir al secretario de justicia de Estados Unidos y abogar para que se incluya la opción del ELA como condición para utilizar 2.5 millones de dólares en fondos federales que están separados para educar sobre las opciones de estatus hace 4 años que no fueron utilizados bajo la pasada administración ya que nunca quiso atender el tema en cuestión.
El PNP fácilmente dirá que rechaza los fondos y que a cada colectividad le tocará educar sobre la opción que apoya ante la consulta que vendrá.
Entonces nos tocará enfrentar la verdad. El 11 de junio habrá una consulta que tendrá dos columnas, nada más.
En una estará la estadidad. En la otra, la soberanía que —a pesar de las múltiples peticiones de enmiendas— encajona en si dos opciones de estatus distintas que son la libre asociación y la independencia.
No habrá columna en blanco ni ningún espacio para añadir otra opción.
Ante eso es posible tomar dos posturas: participar o no participar. Para aquellos que abogan por no acudir a votar debo decirles que lamentablemente en Estados Unidos solo toman en cuenta al que sale a votar. Lo mismo va para quienes plantean dañar la papeleta o dejarla en blanco. Si no votamos nadie en el Congreso ni en Casa Blanca dirá “el Partido Popular boicoteó el proceso”. Lo único que dirán es que a Puerto Rico se le preguntó y escogió la estadidad.
Y ese es el meollo de este asunto. Porque tanto los que apoyamos la soberanía como los independentistas y estadolibristas sabemos que la estadidad no es mayoría.
Precisamente por eso hay que salir a votar por la opción que tendremos disponible para derrotarla.
No podemos ser como Favila que por miedoso y negligente fue devorado. Menos cuando tenemos en nuestras manos el arma de la verdad. Es necesario desenmascarar las falacias que se dicen sobre la estadidad y salir en masa a votar para acabarla de enterrar.
Si el PNP pierde en su juego bajo sus reglas, ¿creen que adelantarán la soberanía nacional? ¡Claro que no!
Habrá que hilvanar otro proceso bajo otra administración pero esta vez con las únicas opciones que el pueblo aún NO haya rechazado entre las cuales ya no estará la estadidad.
El 12 de junio lo único que resonará es que Puerto Rico de una vez y por todas rechazó la estadidad.
¡Despierta, por ahí viene el oso que nos quiere despedazar! Si lo enfrentamos unidos le podemos ganar.