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El laberinto maldito

La discusión pública sobre los problemas de Puerto Rico se ha convertido en un laberinto maldito. No importa lo que suceda, con muy pocas excepciones, siempre hablamos de los mismo. La crisis fiscal gubernamental, la deuda pública y el estatus político son algunas de sus paredes. Al caminar nos percatamos que nunca avanzamos hacia la salida del dédalo perverso sino que volvemos a mirarnos todos las caras exactamente en el mismo lugar.

Lo peor es que, con cada vuelta que damos, somos menos los que quedamos. Y así sufrimos, lloramos, nos angustiamos y pataleamos pero seguimos en la misma ruta por las mismas paredes del laberinto.

Afuera, a lo lejos, escuchamos una gran fiesta, y como la cosa se ha puesto tan mala al interior hemos comenzado a mirar a través de una rendija para ver lo que sucede en el exterior. Sin distinguirlos por completo, los vemos, sabemos que son los creadores del enredo en el que estamos metidos.

Una pequeña casta privilegiada que nos metió en este embrollo para acaparar los manjares paradisiacos que nos ofrece esta bendita patria y así, a cuesta de nuestros sufrimientos y desdicha, quedarse ellos con la totalidad del bizcocho.

Y es que no importa quien gobierne son ellos los que impulsan las políticas que acarrean padecimientos para las grandes mayorías. Nos hacen creer que la única forma de salir de esta letanía es la autoflagelación continua, y andar de rodillas rogando que un día salgamos con vida de esta pesadilla.

Son banqueros, dueños de centros comerciales, de la industria de la leche, de planes médicos. Son las multinacionales, empresas foráneas, grandes desarrolladores y dueños de medios de comunicación. Son familias que han aprovechado el sistema que nos ahoga. Algunos para tratar de gobernarlo todo desde el sur, otros disfrutan de los beneficios de haberle vendido un pedazo del país a los españoles o estadounidenses.

Ahí están los bonistas buitres, que en contubernio con la mayoría de nuestra pusilánime clase política, cometieron fraude en contra nuestra. Unos sabiendo que era inconstitucional y no podríamos pagarles. Los otros sabían que el préstamo era usurero.

Ahí también están los miembros de la Junta y muchos congresistas. Esos que vienen a buscar todos los años su milloncito para la campaña y que utilizan a los mismos que nos mantienen presos en el laberinto para que aporten a su carrera política.

En ese sentido, tanto la huelga sistémica de la UPR, la conferencia magistral del Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz como la decisión del Tribunal de Primera Instancia de restituir los miembros de la Comisión para la Auditoría nos ofrecen una alternativa distinta a las vías truculentas y gastadas del laberinto de austeridad.

Quizás sea tiempo de organizarnos y darnos a respetar. Así como se organizan boicots a programas de televisión hay que auscultar la posibilidad de boicotear al gobierno. Porque las medidas de la Junta y el gobierno nos afectarán adversamente a todos los que trabajamos, durante un mes, nos ponemos todos de acuerdo y nos declaramos de brazos caídos. No pagamos luz, ni agua, ni CRIM, ni remitimos el IVU. Nadie hace nada. Paralizamos el país y al gobierno por completo. La negociación es muy sencilla, si quieres que todo vuelva a caminar asigna los fondos y reconoce legitimidad a la auditoría de la deuda, declara una moratoria al pago de esta de modo que todos aquellos fondos que ahora se utilizan para el pago de deuda se redirijan a un fondo de inversión en nuestros comercios nacionales y en industrias nacientes muy puntuales.

Puede que existan mejores ideas. Aquí les lanzo estas para plantearles la necesidad de movernos de forma concertada. Y es que ni la Junta ni el gobierno nos van a respetar a menos que lo provoquemos.

Quizás nunca saldremos del laberinto a través de sus caminos sino derribando sus paredes.

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