Para la mitad del país esta es una semana de verdadera constricción espiritual, no como la del presidente de la Cámara de Representantes, Johnny Méndez. Para la otra mitad es una época de relajación y desconexión de nuestra realidad. A fin de cuentas, todos buscamos lo mismo: paz interior y revitalización.
Estados Unidos tenía otros planes para la Semana Santa. El jueves lanzaron dos poderosísimas bombas inhumanas y despiadadas. Una dirigida a Afganistán. Nunca sabremos a ciencia cierta cuánta gente inocente pereció en ese ataque vicioso. La otra cayó aquí, en Puerto Rico.
La carta del secretario de justicia estadounidense, Jeff Sessions, en la que se expresó sobre las opciones de estatus que irían a votación el 11 de junio, voló en mil pedazos la inmensa mayoría de nuestras alternativas.
En síntesis, Sessions expresó:
1) Es imposible bajo la constitución de Estados Unidos mejorar el Estado Libre Asociado de ninguna forma.
2) La estadidad NO es el único estatus que garantiza la ciudadanía estadounidense a los boricuas porque tenemos un derecho de nacimiento a serlo y así continuaría siendo aún cuando nuestro estatus político cambiara.
3) Para Estados Unidos la libre asociación es lo mismo que la independencia.
Por último, Jeff Sessions validó como una opción a escoger por los puertorriqueños mantenerse bajo el Estado Libre Asociado tal y como está sin que este sufra ningún tipo de cambio.
Sin embargo, lo que no dice la carta es tan importante como lo que esboza.
La carta expresa la disposición del gobierno estadounidense a negociar una transición hacia la independencia estableciendo un pacto entre ambos pueblos pero calla en lo absoluto sobre la posibilidad de una transición hacia la estadidad.
Cuando se mira en su totalidad la misiva, el entrelineas es muy claro: “las opciones que nosotros estamos dispuestos a aceptar son, o se quedan tal y como están o negociamos la transición a la independencia”.
Ante esa realidad, hay gente que genuinamente plantea que este plebiscito es una pérdida de dinero pues el estatus no debe ser una prioridad ya que hay asuntos como la crisis fiscal, la deuda pública y el desarrollo económico que deben ser atendidos primero.
El problema es que ninguno de esos problemas pueden atenderse efectivamente si nos mantenemos bajo el actual estatus político. Aún si atendemos el problema de mala administración, nuestros problemas persistirían porque nuestra estructura política no da para más.
Esa es la razón por la que nos imponen las leyes de cabotaje que nos cuestan más de mil millones de dólares todos los años. Eso provoca que todo lo que comemos, vestimos, los medicamentos, vehículos, gasolina, luz, agua entre tantos otros bienes nos cuesten mucho más.
Debido a la cláusula de comercio interestatal se nos prohíbe imponerle impuestos a sus empresas que sacan de Puerto Rico más de 35 mil millones anuales y se nos impide proteger nuestras empresas que son el principal motor de creación de empleos en el país.
Nos impide desarrollar nuestro turismo a su máxima capacidad porque quién puede o no entrar al país eso está en manos de Estados Unidos.
Afecta nuestras vidas porque cada vez que EEUU se va a la guerra nosotros también estamos en guerra aunque Puerto Rico no haya explotado ni un petardo en esa tierra.
Tampoco podemos establecer tratados comerciales con otros países y tantas otras limitaciones que se nos imponen.
Este es el único estatus bajo el cual Estados Unidos puede imponernos la Junta de Control Fiscal, impedirnos reestructurar la deuda o declararnos en quiebra. Todo está en las manos de la Junta y el Congreso que ni quieren reestructurar la deuda ni quieren auditarla.
La disyuntiva para los que creemos en la libre asociación según la define la Organización de Naciones Unidas, para los estadistas y para los que creen en un desarrollo autonómico del ELA es que a todos nos dijeron, de una forma u otra, que lo único que está disponible es quedarnos como estamos o la independencia con un tratado negociado entre ambos con una garantía de ciudadanía estadounidense.
Es un balde de agua fría. Es el Bombazo de Semana Santa que explotó en mil pedazos todo lo que un día pensamos.