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¿Realmente sacar los imanes del refrigrador reduce su consumo eléctrico?

Aclaramos el mito.

¿Realmente sacar los imanes del refrigrador reduce su consumo eléctrico? Aclaramos el mito.

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En medio del aumento constante en las tarifas eléctricas, cada kilovatio cuenta. Y si hay un electrodoméstico que nunca descansa —literalmente— es el refrigerador. Funciona día y noche, sin pausas, convirtiéndose en uno de los grandes protagonistas de la factura de electricidad.

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Por eso no sorprende que hayan surgido todo tipo de consejos para ahorrar energía con él, desde ajustar la temperatura hasta... quitar los imanes de la puerta.

Sí, esa teoría existe. Y aunque suena extraña, muchas personas realmente creen que decorar el refrigerador con imanes podría hacerlo trabajar más y gastar más luz. ¿Pero hay algo de cierto en eso? Vamos por partes.

No, quitar los imanes no reduce el consumo

Según la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), esta idea no tiene ningún sustento técnico. Los pequeños imanes decorativos generan un campo magnético tan débil que es prácticamente insignificante para los componentes eléctricos del refrigerador.

En otras palabras, la nevera ni se entera de que los imanes están ahí. No afecta la potencia del motor, no genera interferencias ni modifica su eficiencia. Es un mito, y uno bastante persistente.

Lo que sí aumenta el gasto eléctrico

Mientras el mito de los imanes sigue rondando redes sociales y consejos de pasillo, hay acciones concretas —y respaldadas por expertos— que realmente sí hacen una diferencia:

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1. La clase energética importa

La etiqueta de eficiencia energética es como la boleta de calificaciones del refrigerador. Un modelo clase A consume mucho menos electricidad que uno clase G. Puede costar más al principio, sí, pero la diferencia se nota mes tras mes en la cuenta de luz.

2. La ubicación no es un detalle menor

Si el refrigerador está pegado al horno, al microondas o a una ventana soleada, estará trabajando doble. El calor externo obliga al compresor a esforzarse más para mantener el frío interno, lo que se traduce en mayor consumo. Lo ideal es ubicarlo en un espacio ventilado, lejos de fuentes de calor.

3. Temperatura adecuada: ni más ni menos

Configurar el termostato entre 4 y 6 ºC es suficiente para conservar los alimentos. Bajarla más no mejora nada, solo gasta más. Y si se acumula hielo en las paredes internas, es momento de descongelar: eso también afecta el rendimiento.

4. Puerta cerrada, factura feliz

¿Pasás cinco minutos viendo qué hay en la heladera sin sacar nada? Malo. Cada vez que se abre la puerta, entra aire caliente que el refrigerador tiene que enfriar después, con esfuerzo adicional. Organizar los alimentos ayuda a encontrar lo que buscás más rápido y evitar dejar la puerta abierta innecesariamente.

¿Y si aún querés mejorar más?

Revisar periódicamente los burletes (las gomas del borde de la puerta) puede ayudarte a evitar pérdidas de frío invisibles. Si están desgastados o no cierran bien, el refrigerador trabaja más sin que te des cuenta. Cambiarlos es barato y puede tener un impacto real en el consumo.

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Puedes dejar tus imanes de gatitos, recetas o el calendario de la verdulería donde están. No hacen daño, ni afectan el consumo eléctrico. El verdadero ahorro está en otros detalles: ubicación, temperatura, mantenimiento y eficiencia del modelo.

Así que mejor centrarse en lo que realmente importa… y dejar los mitos para el grupo de WhatsApp.

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