A solo escasos días de las elecciones de mitad de término, la historia sugiere que las probabilidades no favorecen a los demócratas.
En un año normal, uno que simplemente siguió el promedio de 19 elecciones intermedias desde el final de la Segunda Guerra Mundial, se esperaría que el partido en la Casa Blanca perdiera alrededor de 45 escaños en la Cámara, según una fórmula ampliamente utilizada desarrollada por el politólogo Gary Jacobson, que tiene en cuenta la popularidad del presidente, el número de escaños con los que comienza su partido y los cambios en el ingreso promedio de los estadounidenses.
Varios otros modelos de predicción utilizados por los politólogos a nivel nacional producen pronósticos de un resultado similar en la Cámara, junto con pérdidas en el Senado de alrededor de uno a tres escaños. Dado que los demócratas actualmente controlan la Cámara por solo ocho escaños y logran mayoría en el Senado con el voto de la Vicepresidenta Harris, dado el empate 50-50 entre Senadores de cada partido, si los pronósticos se convierten en realidad, el partido republicano ganaría el control absoluto del Congreso a partir de enero.
Pero este no ha sido un año normal.
Las elecciones intermedias más recientes han tenido un tema que surgió claramente durante el verano y dominó el otoño. En el 2006, lo fue el profundo descontento con la guerra de Irak y un fraccionamiento del apoyo republicano al presidente George W. Bush. En el 2010, la reacción violenta del Tea Party contra el presidente Obama, y en el 2018, una reacción similar contra el presidente Trump hizo que los resultados de las elecciones de mitad de término fueran fáciles de pronosticar. En cada una de estas instancias, el partido contrario al presidente de turno logró ganar terreno tal cual pronosticado.
Este año 2022 comenzó de manera similar: la reputación pública del presidente Biden se desplomó a medida que aumentaban los precios de la gasolina, el programa legislativo de su partido se estancó en el Senado y las crisis fuera del territorio americano empeoraron. Los demócratas parecían destinados a perder el control tanto de la Cámara como del Senado.
No empece a esto, el fallo del Tribunal Supremo en junio anulando la garantía del derecho al aborto a nivel nacional, junto con la continua alta visibilidad de Trump y el éxito de los demócratas durante el verano en la aprobación de gran parte de su programa legislativo dieron al traste con el pronóstico inicial y, al día de hoy, continúan haciendo que el resultado sea difícil de predecir.
Es casi seguro que los demócratas perderán el control de la Cámara: con una diferencia de solo cinco escaños, los republicanos tienen múltiples formas de lograr la mayoría y los demócratas tienen demasiados flancos que defender.
Pero a medida que la campaña se acerca a su fin, varios factores, incluido el impacto del voto de los jóvenes y el grado de preocupación de los votantes sobre el derecho al aborto, continúan haciendo que los analistas sigan adivinando quién controlará el Senado, así como la amplitud de las derrotas demócratas en la Cámara.
Una de las grandes incertidumbres en este ciclo electoral en el cual el aborto ha cobrado un alto nivel de relevancia entre los votantes es cuántos votantes jóvenes se darán cita en las urnas.
Estados Unidos aparenta haberse convertido en un país dividido por generaciones. Según encuestas que miden el voto de la juventud, esa brecha generacional ha crecido durante las últimas dos décadas de manera constante, ya que la división entre los partidos se ha centrado cada vez más en cuestiones de raza, identidad y cultura, temas en los que los republicanos no están de acuerdo con la mayoría de los jóvenes.
Durante los años de Obama, los votantes jóvenes acudieron en gran número a las elecciones presidenciales, pero no se presentaron a las elecciones intermedias, un patrón que contribuyó en gran medida a las pérdidas demócratas. Aparentemente, los jóvenes están preparados para repetir la alta tasa de votación que impulsó las victorias demócratas en 2018. Según una encuesta realizada por el Instituto de Política de la Universidad de Harvard, un 40 % de los estadounidenses menores de 30 años expresó que, definitivamente, votaría. Esto es, casi seguro, un número inflado producto de la exageración, ya que personas de todas las edades exageran su probabilidad de votar al contestar encuestas. Sin embargo, coincide con el nivel que encontró la encuesta hace cuatro años cuando pronosticó correctamente una participación juvenil récord, y supera el nivel que han mostrado muchas encuestas nacionales, lo que sugiere que podrían estar subestimando un voto crítico.
Según el sitio web FiveThirtyEight.com, los votantes probables menores de 30 años prefieren el control demócrata del Congreso en un 57 % frente a un 31 %, un fuerte contraste con el promedio de todos los votantes, que refleja un virtual empate con 45.7 % favoreciendo el control republicano y un 45.1 % favoreciendo el control por parte de los demócratas.
En particular, la preferencia de los jóvenes por los demócratas ha aumentado cinco puntos desde la encuesta anterior de Harvard en la primavera. El incremento en dicha preferencia fue aún mayor entre las mujeres jóvenes, quienes favorecen el control demócrata del Congreso por 2-1, según la encuesta. Y este apoyo se produce a pesar de los bajos niveles de aprobación de Biden. La encuesta encontró que solo el 39 % de los jóvenes aprueban la gestión de Biden.
Quedando solo una semana para las elecciones de medio término, la suerte parecería estar echada, pero no hay certeza sobre el resultado hasta tanto se pueda medir cuánto de ese voto joven, efectivamente, participa de los comicios. De ese voto aparenta depender la suerte de los demócratas en su esfuerzo para retener el control del Congreso y evitar la estampida republicana que podría hacerle imposible una victoria en las elecciones generales del 2024.