Hace dos días, se celebró, en Puerto Rico, el tradicional día del descubrimiento, transformado en múltiples escuelas y centros de cuido alrededor de la isla en el día o semana de la puertorriqueñidad. Ese día, a través de la música, cuentos, canciones y diversas actividades, se realza y se reafirma lo que somos, boricuas de la isla del encanto, nuestra nacionalidad, ser puertorriqueños caribeños y latinoamericanos. Aunque la puertorriqueñidad la vivimos todos días, es un día de orgullo en el que vemos a tantos niños y niñas portando la bandera de Puerto Rico, un aliciente y parte de la esperanza de este país.
Ese martes vi, temprano en la mañana, a mi nieta Micaela con su camiseta con la bandera de Puerto Rico, formada con sus propias manos, además del consabido “culequerismo” de abuelo y la hinchada de pecho, esa camiseta, con esas pequeñas manos, nos envían múltiples mensajes y enseñanzas.
Es aún en el siglo 21 la reafirmación de nuestra nación puertorriqueña, es la patria en sus manos, es herencia y aprendizaje.
Pero es también un mensaje de reclamo por un mejor país, la obligación de proteger a la niñez contra la violencia y el abuso, la necesidad de fortalecer y defender la educación pública, la lucha por preservar la integridad de nuestra Universidad para el presente y el futuro de las próximas generaciones, de encaminar la seguridad alimentaria, de proteger y cuidar a los adultos mayores, que la monoestrellada ondee en el bosque protegido y en la playa accesible, que logremos una verdadera energía verde, y también de acabar con el colonialismo manifestado por la Junta de Control Fiscal.
Ese Puerto Rico de futuro no puede mirar el pasado de la corrupción, de la ausencia de mérito en el servicio público, en el asimilismo burdo, en la quiebra económica y social. Muchos, en los próximos años, tendremos múltiples responsabilidades con el país. En nuestro caso, desde nuestros escaños, fiscalizar con vehemencia y firmeza, apoyar lo que favorezca al país, denunciar lo terrible y presentar nuestras propuestas.
Todo esto no solo por el bien común y social, sino porque se lo debemos a miles de pequeñas y pequeños que, con la bandera en sus manos, así lo reclaman.