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Liberia: el legado de la primera mujer presidenta de África y Nobel de la Paz que considera el feminismo "un extremismo" y defiende las leyes contra homosexuales

Tras 12 años y dos mandatos presidenciales, Ellen Johnson Sirleaf cederá el mando del gobierno de Liberia a quien se imponga en las elecciones de este 26 de diciembre.

De esta segunda vuelta -retrasada durante mes y medio a causa de las denuncias de fraude de uno de los partidos de la oposición y que el Tribunal Supremo finalmente rechazó- saldrá el nuevo presidente que tomará las riendas de uno de los países más pobres del mundo y con un sistema de salud aún maltrecho tras la devastadora epidemia de ébola de 2014.

Pero en el legado de Sirleaf, al igual que en la compleja historia de este pequeño país de la costa oeste africana fundado por Estados Unidos como colonia para sus antiguos esclavos en el siglo XIX, no todo son sombras.

Entre sus mayores logros, coinciden la mayoría de analistas, está el haber restaurado la paz y mantenido la estabilidad tras más de una década de sangriento conflicto que dejó decenas de miles de muertos y desplazados.

Y la tarea no era fácil.

Sirleaf asumió el poder solo tres años después del fin del segundo período de la guerra civil de Liberia (1989-1996 y 1999-2003), marcado por el exilio del sanguinario presidente Charles Taylor, condenado después a 50 años de cárcel por crímenes contra la humanidad en Sierra Leona.

Sirleaf se encontró con un país volátil y en condiciones de extrema fragilidad, por lo que su contribución a la estabilidad nacional es considerada su principal legado al país.

"Es importante su impresionante diplomacia internacional que restauró con éxito la imagen y la dignidad de Liberia entre el resto de países", le dijo a BBC Mundo el investigador y analista liberiano Ibrahim Al-bakri Nyei.

"A través de su liderazgo, y gracias también a otras fuerzas políticas que decidieron acatar el acuerdo de paz y apoyaron el proceso, Liberia pasó de ser un paria a ser un miembro funcional y activo de la comunidad internacional".

Poco progreso para las mujeres

Uno de los principales cuestionamientos a la presidenta saliente son los pocos avances logrados -pese a sus esfuerzos- en materia de derechos de la mujer y, especialmente, en lograr una mayor actividad de ellas en la vida política.

O, al menos, son vistos como bastante inferiores a los que se esperaban de la primera presidenta elegida en el continente africano y que llegó al poder precisamente aupada por los movimientos y manifestaciones de mujeres que presionaron para promover el fin de la guerra.

Incluso cuando le concedieron el premio Nobel de la Paz en 2011, el jurado destacó de ella su papel por reforzar el rol de las mujeres en la vida social del país y su lucha sin violencia por la seguridad de las féminas.

El balance de su mandato, sin embargo, no respalda la opinión de quienes la llegaron a calificar como un icono feminista internacional.

Sirleaf no aumentó la representación de mujeres en la política como prometió en campaña, y en su propio gabinete son una simbólica minoría. Otro ejemplo es que de la veintena de candidatos presentados a la primera vuelta de las elecciones de este año, tan solo uno era mujer.

"No realizó acciones radicales para el empoderamiento de las mujeres como se esperaba. No hizo demasiado para promover su participación en cargos electos, e incluso hizo campaña contra algunas candidatas", afirmó el analista Al-bakri Nyei.

"En resumen, no es cuestión de las mujeres, se trata de su interés político más inmediato".

Sin identificarse con el feminismo

Sirleaf tampoco logró prohibir la mutilación genital femenina como en otros países de la región.

Sí implementó una de las leyes más completas de África en calificar como delitos todo tipo de violaciones. Sin embargo, ello no consiguió frenar el alto numero de agresiones sexuales sufridas por jóvenes e incluso niñas.

Sirleaf "no ha hecho mucho por los derechos de las mujeres. Si bien rompió el techo de cristal, sus políticas no han cambiado problemáticas fundamentales de género", dijo a El País la activista liberiana Leymah Gbowee.

Gbowee, también ganadora del Nobel de la Paz en 2011, reconoció que "había muchas expectativas, pero la presidenta Sirleaf no ha sido feminista".

La activista se refiere a unas recientes declaraciones en las que Sirleaf aseguró no identificarse con el feminismo. "No creo que necesitemos extremismo. Hemos tenido demasiado", dijo a The Guardian el pasado mes de julio.

"Entonces, yo soy orgullosamente extremista", subrayó Gbowee.

Fracaso ante la corrupción

Pero hay otras polémicas que también enturbiaron el mandato de Sirleaf.

"Su principal carencia estuvo en la lucha contra la corrupción, en lo que admitió haber perdido la batalla", destacó Al-bakri Nyei.

Según el experto, "fueron muchos los funcionarios del gobierno involucrados en escándalos que salieron impunes, y en los casos en que el ejecutivo intentó llevarlos a juicio, lo hizo con abogados que no estaban suficientemente cualificados".

Sobre la presidenta también pesan acusaciones de nepotismo, como el nombramiento de uno de sus hijos como vicegobernador del Banco Central de Liberia y otro como presidente de la Compañía Nacional de Petróleo.

Sirleaf argumentó que el primero ya ocupaba el cargo cuando ella asumió el poder -si bien fue revalidado en su puesto este año- y que el segundo conocía a los agentes clave del mercado petrolífero.

La mandataria también acaparó la atención internacional cuando defendió una ley que criminaliza las relaciones homosexuales en el país.

"Tenemos ciertos valores tradicionales en nuestra sociedad que nos gustaría conservar", dijo a The Guardian sobre la legislación de Liberia que castiga la "sodomía voluntaria" con pena de cárcel.

Este tipo de leyes son comunes en un buen número de países. Sin embargo, a Sirleaf le valieron duras críticas de organizaciones de defensa de derechos humanos que consideraron su postura impropia de una Nobel de la Paz que alardeaba de sus esfuerzos en pro de la igualdad de género.

El efecto económico del ébola

Una de las principales esperanzas de la población era que Sirleaf, por su formación y amplia experiencia en organismos financieros, contribuyera a la recuperación de la hundida economía de Liberia tras años de guerra civil.

Con el fin del conflicto, Liberia recuperó sus exportaciones -hierro y caucho, principalmente- y canceló parte de su deuda externa, lo que le permitió que su Producto Interior Bruto (PIB) comenzara a mostrar cifras positivas tras un decrecimiento de hasta el 30% registrado en 2003.

Tras la llegada de Sirleaf al poder en 2006, el crecimiento anual del PIB osciló siempre entre el 7-8%, pero la crisis del ébola y la consecuente caída del comercio exterior rompió la tendencia hasta caer a un -1,6% el año pasado.

La grave epidemia de ébola en 2014, en efecto, devastó profundamente el país. Casi la mitad de las muertes durante aquella crisis en el oeste de África se registraron en Liberia: más de 4.800. Y, a la vez, dejó en evidencia las graves carencias del sistema sanitario nacional.

"El descuido del sistema de salud de Liberia antes de la epidemia por parte de Sirleaf minó su capacidad para gobernar durante la crisis", dijo a The Washington Post la académica y escritora liberiana Robtel Neajai Pailey, basándose en una investigación sobre el brote realizada por ella misma.

"El equipo de gobierno estaba perplejo y conmocionado por los estragos de una enfermedad que no conocíamos", dijo recientemente la presidenta, quien aseguró que se actuó tan rápido como se pudo durante una crisis que llevó incluso al cierre de sus fronteras.

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Sin embargo, alguna de sus decisiones -como la de utilizar al ejército para controlar violentamente las zonas de cuarentena fijadas en los barrios más pobres y afectados por el virus- fueron duramente criticadas.

Retos de su sucesor

El actual vicepresidente Joseph Boakai y el exfutbolista y Balón de Oro George Weah serán quienes compitan en las urnas por obtener el sillón presidencial y continuar dando pasos hacia el desarrollo de Liberia.

El nuevo presidente tendrá como reto mantener la paz, revitalizar la economía y mejorar las posibilidades de futuro de un país clasificado entre los diez más pobres del mundo, y donde más de la mitad de sus 4,6 millones de habitantes vive con menos de dos dólares al día.

"Los problemas de Sirleaf se complicaron por un sistema de gestión económica caótico que ha visto descender el valor de la moneda local en caída libre, mientras que la inflación alcanza techos históricos en las tiendas", resumió el analista Al Bakri Nyei.

"Los liberianos esperan que el nuevo gobierno estabilice de inmediato la economía para ofrecer servicios básicos y asequibles y una buena infraestructura pública".

Y aunque la esperanza de vida para sus habitantes aumentó de los 56 a los 61 años durante el gobierno de la presidenta saliente, el país continúa ocupando el puesto 177 del Índice de Desarrollo Humano de Naciones Unidas entre 188 países.

"Podríamos haber hecho más, pero Liberia ha permanecido estable, en paz y segura", concluyó Sirleaf en una de sus últimas apariciones públicas este año.


La "dama de hierro" liberiana

Ellen Johnson Sirleaf nació hace 78 años en Monrovia, la capital de Liberia.

Aunque no es descendiente de americo-liberianos (los esclavos liberados por Estados Unidos que llegaron a Liberia en 1821), pudo interactuar con la elite del país desde que su padre se convirtió en el primer legislador nacional que pertenecía a un grupo étnico indígena.

Tras estudiar economía en la universidad estadounidense de Harvard, ocupó el cargo de secretaria de Estado de Finanzas y ministra de Finanzas durante el gobierno del presidente William Tolber.

Su derrocamiento y posterior asesinato tras el golpe de estado de Samuel K. Doe en 1980 obligó a Sirleaf a abandonar el país. Durante su exilio, ocupó importantes cargos en instituciones financieras.

En 1985, regresó a Liberia con la intención de participar en las elecciones como parte del Partido de Acción de Liberia. Sus críticas al régimen militar le valieron dos condenas de cárcel, de la que saldría poco tiempo después debido a la presión internacional.

De nuevo en el exilio en Kenia y Estados Unidos, ocupó puestos de economista en el Banco Mundial y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo hasta regresar a su país tras el fin de la primera guerra civil en 1997.

En un primer momento, apoyó el golpe de estado de Charles Taylor contra Doe. Más tarde se enfrentó a su gobierno y compitió con él en los comicios de aquel mismo año, por lo que fue acusada de traición y se vio obligada a exiliarse de nuevo.

Regresó para participar en las elecciones de 2005 en las que fue elegida primera presidenta de toda África.

En 2011, recibió el Premio Nobel de la Paz-compartido con su compatriota Leymah Gbowee y con la yemení Tawakel Karman- y revalidó su cargo para un segundo y último mandato presidencial, tal y como limita la Constitución.

Sirleaf, conocida popularmente en Liberia como "la dama de hierro", fue clasificada por Forbes el año pasado como la 83ª mujer más poderosa del mundo.

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