Una semana más de este nuevo año y, a un mes de haber jurado como gobernador de Puerto Rico, el honorable Ricardo Rosselló Nevares continúa demostrando su interés en que cada residente de la isla alcance sus metas y contribuya positivamente al desarrollo social y económico en su entorno, para bien de todos y todas.
Sus iniciativas no se han quedado resguardadas en el Palacio de Santa Catalina, toda vez que, además de su contacto con el pueblo durante las visitas semanales a diferentes municipios, también ha procurado informar tanto por medios no tradicionales como a través de la prensa de aquellas gestiones que esta administración ha estado realizando desde el pasado 2 de enero.
Aprobada ya gran parte de la legislación encaminada a mover nuestra economía en la dirección correcta, nos encontramos en espera de que otros importantes proyectos de ley se discutan en la Legislatura antes de llegar al escritorio del señor gobernador para su firma. Uno de ellos versa sobre la protección de los hombres y mujeres que sirven bien a nuestra gente desde las distintas dependencias gubernamentales.
Cumpliendo con el Plan para Puerto Rico, la Rama Ejecutiva se convertirá próximamente en “empleador único” y, transformando oportunamente la administración del capital humano de manera uniforme, eficiente y efectiva; fomentando la movilidad y el reclutamiento para colocar nuestros más valiosos recursos donde mejor puedan desempeñarse para el bien colectivo.
Del mismo modo, aumentan las oportunidades de desarrollo profesional, adiestramientos y capacitación, sin las barreras, escollos y dificultades que presenta el actual andamiaje gubernamental. Todo en sintonía con las garantías que ofrece la antigüedad y la igualdad de oportunidades en el empleo; pero permitiendo a cada agencia o instrumentalidad pública dirigir el proceso de selección y reclutamiento, de acuerdo con sus necesidades y peritaje.
El camino hasta ahora recorrido es, a mi mejor entender, una muestra de la nueva dirección y destino. Una senda que, aún pudiendo ser descrita como empinada y escabrosa, se caracteriza por el diálogo, el entusiasmo y la seguridad de que un mejor Puerto Rico es posible. Las reuniones y conversaciones sostenidas hasta el presente con diferentes sectores y grupos de interés han permitido que, incluidos los representantes del Gobierno, todos y todas vayamos dejando atrás la cacofonía que, incitando pasiones, desalienta el análisis de objetivos y razones.
Mientras las discusiones sobre los cambios que requiere nuestro sistema para salir adelante incluyan alternativas de bienestar y progreso, toda conversación servirá para enriquecer e iluminar a quienes de ella participan. Lo que no debemos promover es el aferrarnos a los estilos y determinaciones que han pavimentado el camino que hoy nos obliga a reinventarnos, redoblando esfuerzos con la premura que requieren los tiempos, pero con la sabiduría y buenas intenciones de quienes por los pasados cuatro años, en las diferentes vistas públicas realizadas a través de toda la isla, compartieron sus preocupaciones, ideas e ilusiones para trazar la ruta a seguir hasta reconstruir a Puerto Rico.
Queda entonces mantener nuestro norte. Enfocarnos en la consecución de las metas establecidas. Facilitar el crecimiento de una nueva y robusta economía en que cada residente de nuestro terruño tenga a su alcance las herramientas necesarias para alcanzar sus más altas aspiraciones.