Ricardo Rosselló Nevares abandonará su cargo de gobernador con deshonra. El muchachón que dominó el proceso electoral en noviembre de 2016, con solo 41.8 % de los votos emitidos, se ha convertido en un par de semanas en el individuo más ruin y aborrecible del país.
El desprecio no ha sido gratuito. Al tiempo que se revelaban los escándalos de corrupción en las principales dependencias del Gobierno, y rebotaba al unísono la expresión de una mafia institucionalizada coexistiendo en los recovecos de las agencias públicas, el descubrimiento de las conversaciones que Rosselló Nevares sostuvo con 11 de sus más allegados colaboradores en un chat de Telegram lo sepultaron.
Ya sabemos que en las 889 páginas que comprende ese circuito de comunicación íntimo, a través del cual el inquilino de La Fortaleza alega que liberaba tensiones, se hicieron agresiones verbales homófobas, misóginas y machistas; hubo insultos a los muertos que dejó a su paso el huracán María; ofensas a la dignidad de personas por sus ideas políticas u orientación sexual; conspiraciones para perseguir y “marcar” a adversarios políticos; injurias a la memoria de líderes históricos del independentismo puertorriqueño; complots para hacer negocios; y burlas contra sectores del país que viven en condiciones de pobreza e inequidad.
Mas hoy, a raíz de una investigación realizada por el Colegio de Abogados y Abogadas de Puerto Rico (CAAPR), conocemos la dimensión delictiva oculta tras cada uno de esos diálogos, lo que coloca al también doctor en Neurobiología en un callejón sin salida.
El informe del CAAPR advierte sobre delitos por depravación, persecución y discrimen por ideas políticas, así como posibles acusaciones por conspiración contra funcionarios en el descargue de las responsabilidades asignadas a su cargo, y resistencia y obstrucción a la autoridad pública al impedir el cumplimiento de obligaciones.
Establece, además, que muchas de las conversaciones manifiestas en ese chat podrían representar violaciones por “conspirar para perjudicar, oprimir, amenazar o intimidar a una persona en el libre ejercicio o disfrute de cualquier derecho garantizado por la Constitución y leyes de Estados Unidos”.
Y como si fuera poco, el análisis realizado por letrados y letradas del CAAPR también apunta a varias infracciones al Código Penal, particularmente por enriquecimiento injusto, aprovechamiento ilícito de servicios públicos e intervención indebida en las operaciones gubernamentales, todas asociadas a la participación en ese chat del cabildero Elías Sánchez Sifonte, íntimo amigo y colaborador de Rosselló Nevares.
En ese caso, se indica que Sánchez Sifonte pudo haber obtenido información privilegiada para el beneficio de sus negocios. De hecho, un amplio informe noticioso publicado hace unos días por el Centro de Periodismo Investigativo puso sobre el ojo público cómo este sujeto presionaba a funcionarios para lograr cuantiosos contratos para sus clientes privados.
Aun con todo lo que ha trascendido, y con el peso del abandono de la inmensa mayoría del liderato de su propio partido, un abyecto Rosselló Nevares se niega a renunciar. Aferrado a su silla se va quedando solo, perdido en el naufragio de su obstinación. Su intransigencia, en tanto, encuentra respuesta en la protesta social, en el repudio y la impugnación de todo un pueblo.
En un hecho histórico, una verdadera revolución social. La ciudadanía puertorriqueña se ha lanzado a las calles a condenar la corrupción gubernamental, pero más que eso exclama su rechazo a las expresiones de Rosselló Nevares y sus secuaces en ese chat porque hirieron la fibra moral del pueblo puertorriqueño, y eso es difícil de perdonar. Hay acciones que nuestra ciudadanía no condona, como la mofa a nuestros muertos y el escarnio desmedido y cruel esparcido con aires de superioridad y clasismo.
Por eso, los cientos de miles de personas de todas las edades y clases sociales que, por los últimos días, portando en sus manos nuestra bandera monoestrellada, han abarrotado las calles del Viejo San Juan, transformándolas en la principal trinchera a favor de la dignidad nacional, marchan unidos bajo una sola consigna: la renuncia de Rosselló.
Ese grito ciudadano solicitando la dimisión del gobernador se ha esparcido por todo el país. Es un rugido que ha resonado con fuerza a lo largo y ancho de nuestro archipiélago, logrando repercutir en varios países y provocando eco en voces importantes del quehacer político, social y cultural dentro y fuera de la isla.
Este reclamo de nuestra gente, volcado en manifestaciones multitudinarias a pie, en motoras, a caballo, a nado y con la cantinela de los cacerolazos que han copado los titulares de los principales medios noticiosos del mundo es la expresión de la fuerza democrática de nuestro pueblo.
Y con esta fuerza democrática, cristalizada en la presión popular que vocifera a coro que “somos más y no tenemos miedo”, renace la esperanza de que un nuevo y mejor Puerto Rico es posible.