Aún sigue latente en mí su expresión y el reflejo de su frustración al decirme con ojos llorosos “Por qué a mí, si soy una mujer de mi casa”, este es uno de los planteamientos más trascendentales en mi práctica profesional como trabajadora social con mujeres con VIH. María (seudónimo) mujer, madre, heterosexual, trabajadora incansable, sin historial de uso problemático de sustancias, activa en su cuidado médico, entre otras características y roles, jamás pensó que estaría expuesta al VIH. Esta descripción, en la que muchas nos podríamos ver identificadas son los ideales de género más comunes en la mujer y que propician consideraciones erráticas ante la falsa noción de riesgo para esta condición.
Hay una necesidad inminente de considerar en la experiencia de la mujer el rol que tienen las dinámicas de poder en las relaciones de pareja y las construcciones socioculturales de qué es ser mujer. La mujer no se concibe a sí misma en riesgo de exposición para el VIH por no cumplir con ciertas conductas que entienden están mayormente asociadas a esta condición. Una de las razones por las que María no se consideraba a riesgo según verbalizó es “No soy una persona de acostarme así con cualquiera… incluso, el papá de mi hija fue mi primer novio, de hecho, solo he tenido dos personas en mi vida. No soy persona de estar de fiesta, tomando, ni usando drogas, nada de eso”. Este planteamiento nos sugiere la importancia de aunar esfuerzos para desarrollar protocolos y programas que promuevan la educación primaria sobre el VIH y el conocimiento de los factores de riesgos en la experiencia de la mujer.
Abundando sobre estos factores, el contacto heterosexual, según estadísticas del Departamento de Salud es la vía de exposición principal en la mujer con más de un ochenta por ciento de las nuevas infecciones en los pasados diez años. Investigaciones exponen que la mujer no tiene un rol activo en la toma de decisiones respecto al uso de profilácticos con parejas estables y esporádicas, lo que implica una posible exposición al VIH, añadiendo la falta de diálogo con estas sobre prácticas sexuales. Por otro lado, la violencia de género una problemática que hemos visto se acrecienta en el país es un asunto que atender y que repercute en la exposición de más mujeres a esta condición.
Exhorto a profesionales de la salud a unirse a este llamado de continuar educándose sobre el VIH y su impacto en la experiencia de la mujer para así trabajar de forma efectiva en la prevención de esta condición. Puntualizando, visualizo un entorno en el que la mujer tenga control pleno sobre su cuerpo, decida sobre sus prácticas sexuales, tenga la libertad para dialogar sobre estas, acceso a servicios de salud e información adecuada sobre infecciones de transmisión sexual, siendo estas algunas de las tantas aspiraciones que tengo para la mujer. Mi mensaje a estas, como mujer y profesional en el servicio directo a esta población es que se apoderen, se eduquen sobre el VIH y otras condiciones, tomen la decisión de realizarse la prueba de VIH, aun cuando la misma no les sea recomendada como parte de la rutina de cuidado, porque no hay nadie más capaz de procurar nuestro bienestar que nosotras.