La policía militar ingresó el sábado a un penal del noreste de Brasil y asumió un frágil control del lugar después de una semana de caos y enfrentamientos entre grupos delictivos rivales que dejaron 26 presos muertos.
Los desórdenes fueron los más recientes dentro de la ola de violencia que ha azotado diversas penitenciarías del país y en la que han muerto 126 personas desde que empezó el año. Las confrontaciones suelen ser entre miembros de grupos delictivos rivales que se disputan el control de rutas del narcotráfico afuera de los muros de las prisiones.
Una semana después de los desórdenes escenificados por reclusos en la cárcel de Alcacuz, la policía antidisturbios y otras fuerzas del orden ingresaron el sábado en la instalación, en las afueras de la ciudad de Natal. Mientras un helicóptero sobrevolaba el lugar, un vehículo blindado ingresó al complejo y posteriormente fue introducido equipo de construcción.
Las autoridades se abstuvieron de precisar el número de efectivos que ingresaron en la prisión, pero un reportero de The Associated Press vio entrar a unos 40 elementos.
Pocas horas después de que iniciara la operación, el comandante Eduardo Franco, vocero de la policía militar, dijo que el complejo nuevamente estaba bajo control policial.
Sin embargo, el coronel Andre Azevedo, comandante general de la Policía Militar del estado de Río Grande do Norte, presentó un panorama sombrío de la situación interna de esa cárcel. Según Azevedo, todo el sistema de gobierno en el lugar está desintegrado y mantener el control sería una lucha permanente. Muchos de los reclusos están armados.
“Cada vez que ingresa la policía… decomisa las armas que encuentra, pero esto es insuficiente para garantizar que no las habrá mañana”, declaró a la prensa el sábado en la noche. En el vasto complejo los presos pueden conseguir armas con facilidad o fabricarlas, apuntó.
En la confrontación en Alcacuz, las autoridades dijeron que miembros del Primer Comando Capital (PCC), el mayor grupo delictivo de Brasil con centro de operaciones en Sao Paulo, se enfrentaron a integrantes del grupo Sindicato del Crimen de Río Grande do Norte.
Las fuerzas policiales han comenzado a construir un muro temporal a fin de separar a los presos rivales entre sí. Gradualmente será reemplazado con un muro de concreto.
Los investigadores de la oficina forense también registraron el sábado el complejo, pero las autoridades no precisaron si habían encontrado más cadáveres. En los hechos de violencia numerosos muertos fueron descuartizados, y el portal noticioso G1 informó que los investigadores retiraron el sábado partes de cuerpos.
De los 26 cadáveres enviados antes al forense, 22 han sido identificados, indicó la oficina en un comunicado.
Gran parte de la prisión parece haber sido dañada la semana anterior. Desde el exterior podían verse boquetes en los muros y los techos de los inmuebles dentro del complejo. Gran cantidad de escombros cubren el suelo.
Incluso antes de los recientes actos de destrucción, el penal era apodado el “queso suizo” porque estaba construido sobre dunas de arena, y durante años los presos han logrado fugarse a través de túneles.
G1 informó el sábado de otros desórdenes en una prisión en el estado de Pernambuco, también en el noreste. Según autoridades citadas por ese organismo noticioso, un prisionero fue asesinado y 13 resultaron heridos en los hechos de violencia antes de que las autoridades recuperaran el control del lugar.
Esta ola de violencia y asesinatos en diversas prisiones han atraído la atención al hacinamiento, la falta de recursos y el insuficiente personal en el sistema carcelario del país más grande de América Latina.
Por ejemplo, en Alcacuz hay más de 1.000 presos, aunque fue construida para 620. Imágenes en televisión y periódicos que muestran a prisioneros con armas y celulares han avergonzado al presidente Michel Temer y han puesto presión en su gobierno para que reforme el sistema.
Las autoridades en Brasil afrontan la necesidad de combatir la delincuencia en general, y muchos estados tienen problemas para hacerlo en el contexto de reducciones presupuestarias en medio de la recesión económica que afecta al país.