Opinión

Juez Arias, “El Cano” y la masacre

Lee aquí la columna del periodista y director de programación de NotiUno.

El pasado lunes dos convictos por corrupción debieron haber visto sus vidas pasar por su mente en cuestión de segundos. Por un lado el ex alcalde de Guaynabo, Angel Pérez Otero, fue sentenciado a 5 años y tres meses de cárcel por aceptar sobornos del ex contratista omnipresente Oscar Santamaría. Debo suponer que cuando una persona es sentenciada a ser a ser encarcelada, teniendo esposa, hijos, padres…le pasa por la mente parte de su vida.

Tras la sentencia de Pérez Otero, horas más tarde, ocurre una masacre en el barrio Campanillas de Toa Baja y su compañero ex alcalde, quien lo delató, Felix “El Cano” Delgado, pasaba el peor momento de su vida al estar presente en un tiroteo que le costó la vida a cerca de media docena de ciudadanos. Aunque la adrenalina del momento le permite a una persona solo pensar en ponerse a salvo bajo una lluvia de balas, igual supongo que horas después debe pasar extractos de su vida por la mente.

Yo no sé que pasa por la mente de “El Cano” Delgado. En enero del 2017 juró como alcalde y poco tiempo después comenzó a exhibir lujosos relojes, ropa de marca de diseñador, calzados que muy pocos en nuestra población podrían lucir, es decir, no disimuló en su proyección que algo andaba mal porque nada cuadraba con su sueldo de alcalde. Hizo evidente una aparente necesidad de que lo reconociran como una figura de alta alcurnia.

Quería proyectar que ganaba como financiero de Wall Street cuando en realidad su sueldo era como para comprar en Marshalls, como la mayoría de nosotros. El hecho de que antes de convertirse en alcalde ya conspiraba cómo dar el tumbe, pues recuerda a las historias de los niños que comienzan velando el punto y por ahí siguen en la organización criminal porque representa más dinero, fácil y rápido.

El comportamiento de “El Cano” gritaba a los federales “¡Mírenme! ¡investíguenme!”. A su alrededor comenzó a girar el carro negro de antena larga, lleno e’ gente y lente oscuro, los de la seguridad… pero federal. “El Cano” lució como un ratero de poca monta, con cero capacidad para mantener la operación ilegal sin ser detectada.

Uno pensaría que el escarnio público es suficiente para guardarse, por vergüenza, si es que se tiene, y como muestra de arrepentimiento. Sin embargo, Delgado rompió ese pensamiento. Luego de aceptar lo que hizo él y una escuadra de políticos y empresarios corruptos, comenzaron sus apariciones públicas en autos exóticos y jangueando como si nada hubiese pasado. También mostraba en redes sociales que lo mismo que lo delató, su gusto por la vestimenta de diseñador, seguía siendo su fuerte.

Todo ese comportamiento era como restregar en la cara al pueblo de Cataño, al de Puerto Rico y a las autoridades federales, incluyendo el tribunal, que se siente orgulloso de todo lo que hizo y que hay cero arrepentimiento. Cualquier ser humano arrepentido, o por lo menos por vergüenza, desaparece del ojo público.

Aunque al momento de este escrito no estaba muy claro el contexto de la presencia de “El Cano” en el lugar de la masacre, el negocio de comida y bebidas donde ocurrió la misma, un lunes a las 10 de la noche, hace entender que lo que había allí era “jangueo”. De hecho, su hermano fue uno de los heridos de bala. Por su comportamiento previo no sería de extrañar que estaba precisamente “jangueando”, a menos de un mes de su sentencia. ¿Qué más le tiene que pasar a este muchacho para que capte algún mensaje?

El 13 de marzo próximo se supone que el juez Raúl Arias imponga las consecuencias de los actos a Félix “El Cano” Delgado y a Oscar Santamaría. El pueblo está harto de la corrupción y creo que en muchos casos se ha enviado mensajes, en las sentencias, de que la corrupción es tolerable para el que hable primero, aunque tenga hasta la nariz de lodo (por no decir algo más desagradable).

Algunos gritan, cada vez que menciono que las sentencias deben enviar mensajes a los corruptos, que las sentencias no son para enviar mensajes.

Sin embargo, en una ocasión el Lcdo. Frank Torres Viada recordó en Jugando Pelota Dura que existen los “Sentencing Factors”, Ley Federal 18 U.S.C. § 3553(a), que establece lo que un juez federal debe considerar a la hora de sentenciar a un acusado: “El tribunal, al determinar la sentencia particular que se impondrá, considerará: (a) reflejar la gravedad del delito, (b) promover el respeto a la ley y proporcionar un castigo justo por el delito; (c) ofrecer una disuasión adecuada a la conducta criminal; (d) para proteger al público de futuros delitos del acusado…” (Cornell Law School).

Una sentencia sin cárcel o con solo unos meses, ¿reflejaría la gravedad del delito? ¿Sería un castigo justo por el delito?¿Sería un disuasivo para el acusado, y otros, de cometer conducta criminal? El juez hará su trabajo y pues veremos cómo, con su decisión, tendremos alguna esperanza de justicia.

¿Que los acusados ayudaron? Entonces el mensaje es “roba lo que puedas hasta que puedas y si te cogen, habla… y saldrás de oro”. ¡No puede ser! ¿Que “El Cano” tiene familia? A eso pregunto: ¿Y pensó en ella al delinquir? ¿Entonces el juez tiene que pensar por “El Cano” sobre su familia cuando él no lo hizo?

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